-¿Por qué Shangay? -pregunta el abuelo.
-Nos trajo Chen, el de La condición humana, ¿recuerdas?
-La ciudad es tan poco oriental.
-A su manera.
-Y esa novela fue escrita por un francés.
-Un comunista, sobre la revuelta.
-Aun así. ¡Y me metes a un cine!
-Para asaltar al cácaro, obligándolo a darnos función triple.
-Son representaciones.
-Disponemos de dos o tres horas, se necesitan intérpretes. ¿Lees calles?
-Las siento.
-¿Cuántas, en este bochinche cuyos signos escapan a los desconocidos? Pareces aquél escritor inglés jactándose: incluso como mujer, bastaría la mirada al paso por una ventana de cuartel para descubrir el mundo que compone el batallón.
-Durante la Segunda Guerra Mundial.
-No veo nada semejante a eso.
-Es China, no Europa.
B tiene razón. Ya ni modo, aquí estamos. Cruceros por la historia no pasan cada diez minutos.
-Prostitución, vicio, juego. Solo eso distingo -sigue quejándose.
La ciudad fue levantada por los ingleses cuando sometieron al imperio. Casi no puede creerse que lo lograran.
-¿Por eso vinimos? -dice el abuelo.
-¿Escuchas la música de La meretriz?
-0-
Este andar errático por siglos y sociedades se debe a a nuestra ignorancia. Tenemos buenos amigos para guiarnos, es verdad. Pero pueden contarse con los dedos. Nos falta Edgar Snow, un estadounidense que a los diecisiete años, en 1931, llegó a Shangay para no volver a su país y antes de comprometerse con la revolución maoísta conoció muchas "naciones" asiáticas.
Al sur, en los archipiélagos, encontró todavía pueblos que escapaban al proceso civilizatorio: sin más familia que la comunidad entera y así matrilineales, y por ello ajenos a la propiedad privada y el Estado. Desaparecerían en un tris.
A cambio presenció el más temprano fin "del dominio del hombre blanco", que para este continente inicio bien a bien apenas hacia 1860.
Llegó gracias a Agnes Smedley -¿sin falta una mujer al inicio?-, crecida entre minas y sindicatos afiliados a la izquierda revolucionaria que cobijaría a los magonistas mexicanos y luego a Primo Tapia, un michoacano asesinado de vil manera, a cuya organización agrarista apelaría el cardenismo.
-¿Conociste la IWW, abuelo? -le pregunto, pues tras 1939 recorrió La Fededación Internacional del ramo en América.
-Sí. Era anarconsindicalista.
Curiosa forma de relacionarnos con esta caótica ciudad en que vinimos a dar.
Sí, Orson Wells, dejé fuera tu famosa cinta. Es que para ella este puerto de mar existe solo como atmósfera.
-Sirve, conforme a las reglas que estableciste -dice B.
-No me des por mi lado. Vamos fracaso tras fracaso.
-Dramático. De algo valió.