Así inicia André Malraux La condición humana, su novela sobre el levantamiento popular en Indochina. Chen estaba dispuesto a clavar la navaja en el hombre dormido, consciente de que "bajo su sacrificio a la revolución surgía un mundo de profundidades, ante el cual aquella noche agobiada de angustia no era más que claridad. «Asesinar no es sólo matar, ¡ay!...»
(...)
"Se encontró, de pronto, frente a Shanghai. "Sacudida por su angustia, la noche bullía como una enorme humareda negra, llena de chispas; al ritmo de su respiración, cada vez menos anhelante, se inmovilizó, y, en el desgarrón de las nubes, aparecieron las estrellas, con su movimiento eterno, que le invadió, con el aire más fresco de fuera. Una sirena se elevó y luego se perdió en aquella serenidad punzante. Abajo, muy abajo, las luces de medianoche, reflejadas a través de una bruma amarilla por el macadam mojado, por las pálidas rayas de los rieles, palpitaban con la vida de los hombres que no matan. Eran millones de vidas, y todas ahora rechazaban a la suya; pero, ¿qué significaba su condenación miserable, al lado de la muerte que se retiraba de él, que parecía deslizarse fuera de su cuerpo a grandes oleadas, como la sangre del otro? Toda aquella sombra, inmóvil o centelleante, era la vida, como el río, como el mar, invisible a lo lejos –el mar... –. Respirando, por fin, hasta lo más profundo de su pecho, le pareció unirse a aquella vida con un agradecimiento sin límite, al borde del llanto, tan trastornado como antes. «Hay que escapar...» Permaneció contemplando el movimiento de los autos y de los transeúntes, que corrían bajo sus pies por la calle iluminada..."