domingo, 12 de septiembre de 2021

Entre sertones

De los apuntes sin orden que reuní desde niño. Hoy, por buenas razones.

Respecto al título, en Brasil se llama Sertón -tierra árida- a un vasto espacio al noreste, y de ahí La guerra de los sertones

Tierra árida, desierto si es extrema. Mundos misteriosos, pues, para quienes no los habitan y así les parecen vacíos. En esta nota, todo.

 

-Yo sería Antonio Conselheiro y tú El beatito -dijo el amigo a quien veía muy a veces, charlando sobre La guerra del fin del mundo.

Lo hacia en un centro de investigaciones agrarias ligado al movimiento que seguían llamando solo campesino, erradicando las identidades indígenas a su interior. El lugar quedaba al sur de nuestra gigantesca ciudad capital, donde sobrevivían zonas rurales ocultas a los ojos urbanos y presentes en aquella casa por sus tareas y las barriadas alrededor, que fueron pueblos y rancherías.        

Yo apreciaba así con vaguedad un fenómeno que en Perú maduró entre el caos aquí imposible por la dictadura perfecta. 

Gran foto sin crédito.

Ese país hermano venía a cuento ahora por el novelista que rescribió La guerra de Canudos brasileña, sucedida cien años antes y cuyo recuerdo sobrevivía gracias a otro relato, contemporáneo a los hechos, Los sertones, y algo más: el impacto que producía Sendero Luminoso, entonces en plena actividad. 

En México atravesábamos el regreso a la realidad que con tonos terroríficos traían los Chicago Boys y apenas se hablaba del senderismo, incluso entre quienes como nosotros y a pesar de todo pertenecían a la izquierda socialista, cuando menos en sus mayoritarios sectores blandos, digamos. Otros lo tenían por referencia así o asá y yo acababa de asistir a un congreso convocado por ellos

Sentí miedo al escucharlos, por sus para mí desquiciados planteamientos y la vaga identificación con que aparecían. 

-Cierra la boca -pensé aunque tal y cual discurso animaba a hablar largo y tendido. -Buscarán coptarte y no sabrás si son infiltrados o, sin más, organismos públicos que se trasvisten.

A media reunión escapé, creyéndome vigilado en el camino, y pasarían tres lustros para reconocer a algunos protagonizando un levantamiento popular ríquísimo.

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Hace poco y para una serie, Óscar y yo revisamos la historia colonial peruana. Nos pareció rara en el marco de hispanoamérica. Luego saltamos a los años mil novecientos durante su primera etapa y apareció bien integrada el proceso general. 

Me tocó ver lo que la relacionaba con Manuel Scorza, el poeta y narrador considerado todavía joven para aspirar al Nobel. 

Un adolescente allí en los años cincuenta, ¿en cuál espacio político podía colocar su personal revuelta? El castrismo no había nacido todavía. En cuanto a los comunistas locales, eran stalinianos en las formas y conformistas en los hechos. Así Scorza se hará aprista, la gran pasión nacional contemporánea. Un signo que unía indigenismo y antiimperialismo. Él parte de los literatos oficiales del Partido, llamados poetas del pueblo.

Le cedo la palabra:  

"Yo admiro por su belleza algunos libros míticos, pero el mito es también una forma de impotencia. Yo aspiro a plantear una historia vital (...) Porque mis libros no eran meramente litearios sino también "políticos" (...) yo he vivido esos libros antes en la realidad y después en la fantasía. Para mí los libros son un recurso de apelación." 

Dicen de su obra: "...el acento puesto sobre la percepción en el indio de lo inanimado, lo sobrenatural y los fenómenos cósmicos". Y él, otra vez:

"Este libro es la crónica exasperadamente real de una lucha solitaria: la que en los Andes Centrales libraron, entre 1950 y 1962 los hombres de algunas aldeas sólo visibles en las cartas militares de los destacamentos que las arrasaron. Los protagonistas, los crímenes, la traición y la grandeza, casi tienen aquí sus nombres verdaderos.

"Héctor Chacón, el Nictálope, se extingue desde hace quince años en el presidio del Sepa, en la selva amazónica. Los puestos en la Guardia Civil rastrean aún el poncho multicolor de Agapito Robles. En Yanacocha busqué, inútilmente una tarde lívida, la tumba de Niño Remigio. Sobre Fermín Espinoza informará mejor la baja que lo desmoronó sobre un puente del Huallaga. El doctor Montenegro, Juez de Primera Instancia desde hace treinta años, sigue paseándose por la plaza de Yanauanca. El Coronel Marroquín recibió sus estrellas de General. La 'Cerro de Paseo Corporation', por cuyos intereses se fundaron tres nuevos cementerios, arrojó, en su último balance, veinticinco millones de dólares de utilidad. Más que un novelista, el autor es un testigo. Las fotografía que se publicarán en un volumen aparte y las grabaciones magnetofónicas donde constan estas atrocidades, demuestran que los excesos de este libro son desvaídas descripciones de la realidad. Ciertos hechos y su ubicación cronológica, ciertos nombres, han sido excepcionalmente modificados para proteger a los justos de la justicia."

Y en una reflexión sobre su obra: "plasmación estética del Gran Pánico", de «el tiempo del susto". "Yo tenía una dirección y un plan desde el principio. De otra manera era difícil poder escribir un ciclo de cinco libros, casi dos mil páginas, sin una idea, sobre todo si en el quinto vas a demostrar el porqué de la pervivencia de los mitos en nuestro continente. ¿Por qué, hoy, mitos? Pareciera como si el despliegue de mitología que el escritor lleva a cabo en sus novelas se encaminara hacia un fin muy concreto: el de explicar la pervivencia de los mitos mismos. ¿Por qué tal pervivencia ha de ser demostrada? ¿Acaso la obstinación del mito desajusta al hombre en el planeta?

"El mito es en la sociedad peruana, por lo menos como yo lo planteo en mis libros, la respuesta a una locura colectiva. Cuando se produce la conquista española, lo más grave que ocurre es que expulsa de la historia a seres que tenían historia. [Los conquistadores) proponen una historia en la cual no hay sitio para los vencidos, que son anulados y expulsados completamente. Pero ningún ser puede existir fuera del tiempo [ ... ] estas sociedades entran en un trance de locura [ ... ] Al no poder el hombre existir en la historia, se inventa Otra historia."

Ahora habla un estudioso, refiriéndose a él: 

"Su familia puede situarse, en lo que desde [José María] Arguedas a [Aníbal] Quijano [Obregón] se ha llamado el proceso de cholificación. Es decir, alguien que puede referírsele a una categoría social, la más ancha y popular que puede imaginarse en una sociedad como la peruana de estos años. Aquella capa que se levanta contra la tradición de resignación andina, huyendo del feudalismo rural. Unas capas nuevas, constituidas por ex-campesinos, neo-urbanos, por los «peruanos del desborde»."

No lo encuentro hablando de José Carlos Mariátegui, el primer latinoamericano que intenta naturalizar al marxismo. Cuando Scorza muere (1983) Sendero Luminoso (SL) empieza a fermentar usando como sustento al maoísmo con acentos de aquél precursor.

Mario Vargas Llosa había llegado a las letras una década antes para abrir otro periodo, también con preocupaciones de izquierda distintas, tersas, podría pensarse, a las cuales renunciaría para presenciar con espanto al senderismo en pleno desarrollo.

En septiembre de 2021 muere preso el Comandante Gonzalo, quien fue fundador y líder indiscutido para esa extrañísima organización que rechaza al castrismo dando forma a una guerra popular prolongada estilo chino y por un tiempo cercana a esa aberración cuyo líder fue Enver Hoxha, dictador albanés. El autor de la Guerra del fin del mundo reinterpretó Los sertones, la bien documentada novela brasileña, para ilustrar el fundamentalismo de Sendero con cierta equivocación, creo, pues ve en ella no a un proyecto surgido entre letrados que se adoctrinan, sino al pueblo librado a sí mismo, horror de horrores a sus criollos ojos. 

Encuentro un serio, inteligente ensayo sobre SL, que resumo a continuación.       

SIGUE 

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