Ahí están los pobres diablos, militares y paramilitares que contratan como mercenarios y por dos dólares están dispuestos a asesinar a un presidente y mueren o caen presos sirviendo de chivos expiatorios con quienes hasta ese criminal en regla llamado Ivan Duque presume institucionalidad ante el mundo.
Los jubilaron antes de las represiones en que debían emplearse, gustosamente sin duda, pues eso eligieron hace dos décadas.
Sí, con soberana voluntad fue.
"Parece que el reclutamiento de los colombianos comenzó en abril cuando Duberney Capador, un soldado retirado con 20 años de experiencia en las fuerzas armadas, recibió una llamada de una empresa de seguridad pidiéndole que formara un grupo que “iba a proteger a personas importantes en Haití”, dijo su hermana, Yenny Carolina Capador.
"Capador, de 40 años, se había retirado del ejército en 2019 y vivía con su madre en una granja de su familia. Y aprovechó la oportunidad, afirma su hermana."El mensaje de texto dirigido a los “señores”, que describía el proyecto como un importante esfuerzo para la reconstrucción de Haití, provino de un número de teléfono que pertenecía a Capador, según su hermana."
Ésta habla hasta por los codos exhibiéndolo como fracaso. ¿O lo presume?
Un segundo malviviente estúpido, de cierto mayor rango, queda a la luz enseguida.
"Aparentemente, Antonio Intriago, propietario de la empresa CTU Security con sede en Miami, se lanzó de cabeza al proyecto." Es un venelozano golpista exiliado que compartía "fotos en medios sociales en las que aparece con personas como el presidente de Colombia". Esas instantáneas pudo tomarlas cualquiera entre la plebe alrededor de Juan Guidó, otro ridículo pero con mejores contactos y por ello enriquecido mientras nuestro sujeto creaba una infructuosa empresa de seguridad, Miami CTU Security, "que tendía a declararse en bancarrota y evitar pagar sus deudas". Menuda corte.
"¿Intentaría Chen levantar el mosquitero? ¿Golpearía a través de él? La angustia le retorcía el estómago. Conocía su propia firmeza; pero sólo era capaz, en aquel instante, de pensarlo con el embrutecimiento, fascinado por aquel montón de muselina blanca que caía desde el techo sobre un cuerpo menos visible que una sombra y de donde emergía sólo aquel pie medio inclinado por el sueño, vivo, no obstante, de la carne de hombre. La única luz procedía del building vecino; un gran rectángulo pálido de electricidad, cortado por los barrotes de la ventana, uno de los cuales rayaba el lecho precisamente por debajo del pie, como para acentuarle el volumen y la vida. Cuatro o cinco claxons sonaron a la vez. ¿Descubierto? ¡Combatir, combatir con enemigos que se defienden, con enemigos despiertos, qué liberación!"
Así inicia André Malraux La condición humana, su icónica novela sobre el levantamiento popular en Indochina. Chen estaba dispuesto a clavar la navaja en el hombre dormido, consciente de que "bajo su sacrificio a la revolución surgía un mundo de profundidades, ante el cual aquella noche agobiada de angustia no era más que claridad. «Asesinar no es sólo matar, ¡ay!...»
Capador no llega ni al Raskolnikov a quien Dostoievski convierte en asesino para seguir una anodina existencia. Es un simple matón con uniforme, mil veces más sin chiste incluso que el Al Capone descubierto por Enzensberger: "Carece de toda dimensión humana; es monstruoso y banal al mismo tiempo; cualquier periódico vespertino romano ofrece más drama vivo que la historia de catorce años de gangsterismo".