viernes, 23 de julio de 2021

Centro comerciales


 ¡Y con ustedes, el futuro: los centros comerciales!
En 1969, con bombo y platillo, se anuncia la apertura de Plaza Universidad. Estamos ante el surgimiento de una auténtica nueva cultura que viene de probar en Estados Unidos sus enormes potencialidades. Lo hace en Plaza Universidad, del grupo pronto conocido como Aurrera, encargándose su diseño y a Juan Sordo Madaleno, uno de los arquitectos más prestigiosos de México.
Se reúnen allí grandes avances tecnologógicos, diseños y comportamientos urbanos, que revolucionan la vida cotidiana de las clases prósperas o con aspiraciones a ello: la variada industria electrónica que se volvió dominante desde la segunda guerra mundial; el automóvil como un instrumento y sello de clase, que en el país empezó a desarrollarse realmente también tras esa gran conflagración, y nuevas costumbres modernas tocadas por la era del espacio, que promete no hay límite a las aspiraciones humanas.
Ahora los fines de semana son ahora un momento estelar en la vida cotidiana de fraccionamientos que vienen creándose a partir de la posrevolución y consolidan finalmente su primacía. Los hermanos Arango, quienes toman la iniciativa, lanzan su primera, generosa tienda, en Av. Universidad no. 100O, donde en un margen donde confluyen las colonias Del Valle y Narvarte en sus diversas secciones.
Cierto, el lugar es escogido por su baratura y desaprovechamiento, en tanto esas colonias se agotan allí, abriéndose a una suerte de descampado cuya virtud parece encontrarse en la línea de tranvías, transporte público que representan seguridad en una ciudad cuyas líneas camioneras todavía tienen mucho de caos y que allí corre de Mixcoac a los extremos de la ciudad más o menos ordenada del oriente próximo (apenas en 1960 se formaliza la creación de Ciudad Netzahualcoyotl como arquetipo bien trazado de las ciudades dormitorio para los trabajadores y trabajadoras).
La Plaza se abre primero a un espacioso estacionamiento que brilla a su vez por cómodos cajones para autos y calzadas internas. Tiene mucho de vitrina para quienes disponen de esos cómodos, cada año actualizados vehículos que entre semana sirven al padre de familia para desplazarse a su centro laboral y que en sábados y domingos se emplean familiarmente.
La genuina fiesta de los clientes inicia al entrar en ese espacio donde presumen a los Fords, Chevrolets, etc., signo de distinción, y continua en su bullicioso paseo hasta las instalaciones.
Éstas contradicen la lógica de ordenamiento de puestos y mercancías representados por los mercados que proliferaron en la etapa previa. Sus pasillos y estantes están ordenados con sumo esmero y vis comercial cuya lógica interna conduce a los compradores: los productos se distribuyen en una secuencia racional y permiten a los usuarios probar y escoger sin restricción alguna, para llenar un impoluto carrito metálico diseñado también exprofeso, con tres secciones, en una de las cuales puede sentarse a los chiquilines.
Quienes acuden son presa de una literal euforia, incluidos niños y adolescentes tempranos, convertidos por las industrias en consumidores nada desdeñables. Se trata de una alegría que padres y madres deben controlar sin aspavientos, porque la tentación es tal que, de poder permitírselo, las familias se llevarían carretadas de productos en general inviables de costear, aunque hay quienes pueden darse el lujo de tomar más de un carrito, presumiendo de paso su holgura económica. Está por demás decir que se va vestido allí con impoluta corrección.
El estrechísimo vínculo entre industria y servicios parte de la existencia del refrigerador, sin el cual la compra semanal resultaría imposible; del auto y los electrodosmésticos que los Arango, siempre copiando fórmulas probadas en USA, colocan al final de la tienda.
La música ambiental juega, por supuesto, un papel, creando un ambiente ligero y de celebración, que empata al mismo tiempo con la producción de discos, presidida por los géneros que la última década creó para la juventud: un rock and roll en México filtrado por la censura. 
 
                           


 

 El once ideal

Este Un largo viaje quiere ser ahora cuaderno y no más blog donde apuntar. Si lo consigue -como si necesitara gran cosa para lograrlo, jeje...