No escuché a nadie siquiera la mitad de juicioso que este hombre al referirse a los recientes resultados electorales en México. Lo hace desde el practicismo político. Es inevitable. Lleva treinta y tantos años así y veinte y algo más apostando por ello, sé bien pues escucho sus palabras desde 1964, cuando contribuyó a mi decisión: abandonar la universidad, escuela de economía mediante.
No lo traté nunca y, con todo, apostaría por su honestidad, y si hasta los ochentas creí que tenía muy pocas luces, entrevistándolo entonces como primer asambleísta capitalino -él, claro-, pensé: Realiza un trabajo impecable.
Necesariamente se zampó, pues, Consejos Nacionales perredistas a los que un poco por accidente asistí dos ocasiones con azoro. Ni quien hiciera caso de ponencias y discursos entre corrillos intercambiando canicas, según llamaban las tribus a sus clientelas.
De haber soportado el espéctaculo completo, casi sin duda lo habría visto subir a tribuna para, al modo de Martí Batres, a quién escuché, exponer sesudas reflexiones destinadas a vaya precisarse qué otro auditorio más a modo, donde, seguro, harían efecto -reuniones de comités reglamentarios o plenos en el congreso federal.
Para él hay un solo camino: el establecido por las reformas electorales que primero abrieron al fin puertas a la izquierda "parlamentaria" y hoy permiten a López Obrador ser gobierno.
-¿Poder real del pueblo? ¿Qué mamadas son esas? -dirá ahora si alguien le pregunta por Bolivia, Chile, Colombia, Ecuador o incluso Estados Unidos, Perú, Brasil adentro, que parecen desbordar la etapa de los gobiernos populares. -Solo la 4T existe.
Los periodistas que lo escuchan en el video comparten la idea, mucho más bastos, según puede apreciarse.