Nada peor que la ignorancia con un baño de ilustración. Usease, yo.
Quería empezar por Las mil y una noches, refacturación de antiguos relatos nacidos en ese como corredor étnico-linguístico entre Persia y China, cuyo centro es la India -según quiero creer y quizás atino (literal: disparo, jeje).
Entonces, cabizabajo reconozco: la historia es disciplina muy seria -aunque manipulable a madres, confirmo en el no va más editorial de esa obra en castellano (Montaner y Simón, Barcelona 1955). Porque no encuentro los lentes, desechados gracias al internet, y recurro al navegador. No, pues ya la chingamos y voy y vengo y habiéndome detenido antes en una compilación documental con Carta del Duque de Medinaceli que pide ser compensado por su ayuda a Colón, me digo ¡Ahí está el pan!, ¡ciudades italianas! Y cuál, si tal apellido, y cualquiera con dos dedos de frente lo deduce, tiene origen árabe -medina, ni más ni menos.
Surge Escipión el Africano y pa que les cuento la vuelta que di, hasta las guerras púnicas. Cierto, el infraescrito nació en Roma y estuvo en Numancia, alias frontera Castilla y Aragón cuando éstas no existían -y vean nomás, por allí corre El Jalón, río cursado por el Cid Campeador al huir. Valga la adulteración, pero no en niveles así.
¿Y Sherezada contándole historias a su rey? Sepa.
Total, tres horas pendejeándola. Culpa del 1492 y Fugger y descendientes, as usual.
Voy a dormir. De esta ni Eterna me salva y mañana al despertar:
-Soy un imbécil, mi vida vale pura verga...
Ahí queda el mapa de ya no recuerdo qué.