Entre 2014-2016 empecé a hablar de la facistización que percibía en el aire.
-Estás loco -dijeron.
Soy muy poco alarmista y nunca se me había ocurrido algo así. Pero mi intuición atinaba con asombrosa frecuencia en otras cosas. Luego vinieron Trump, Bolsonaro, Janine Arce, la boliviana golpista, y sus compadres. Ahora España... Ayer pasaron este reportaje hecho en México y por supuesto ni quien se sorprenda.
"Hanna Arendt y la normalización del fascismo", titula Marga Ferré un artículo publicado el último 30 de abril. Escribe allí: "...cualquier movimiento que es fascista en su esencia, busca cambiar el carácter y la estructura del estado, degradar el estado de derecho y reducir el espacio de la oposición política y cultural para poner en el poder al grupo de cleptócratas capitalistas que rodean al líder."
-0-
A ver si puedo hacer algo bueno con esta viñeta:
Cuando
en 1968 terminan los movimientos estudiantiles que se produjeron aquí y allá por el mundo, acepto el
ofrecimiento de papá para viajar a Europa. Acompañé a lo lejos esos sueños y
no voy al exilio protector ahora, como quieren creer quienes me
descubren en un comedor de la Sorbona. Deshaciendo el enredo encuentro a
Ibn Simbad, según le llamaré después, cuando regresemos a nuestros
respectivos lugares, él para volverse contumaz aventurero. Marroquí con padre subsahariano cuya guía seguiré hasta los barrios
argelinos y senegaleses, enviará cartas desde Turkestán y otros lados exóticos a mis oídos, hasta la región hindú donde se hará humo.
Cumplo veintiún años, hace tres abandoné la universidad sin saber si huyo o busco, como insiste en asegurarme Ana. Pasaré ocho meses cuya tortura temo comunicarle a ella porque los aplaudirá procurando aliviarlos.
-Contradicciones irresolubles, amor. ¿Para qué? -le preguntó en silencio entonces. -Llegamos al fondo de nuestra relación. Por nosotros y por mi a solas importa secundariamente. Lo que cuenta es otra cosa.
Y recuerdo mi primera incursión fuera del país, juntos. Cuando llegamos a nuestro destino, por la ventanilla del avión no puedo creer lo que veo. Quien maneja la grúa es alto, rubio, guapo. He despotricado contra el racismo mexicano socialmente oculto y apenas ahora entiendo cuánto me penetró.
El golpe inicial lo recibo al ver Europa desde las alturas: campos reticulados en pequeñas unidades, sin vacíos, y colores maduros, donde no caben soles machos. La cabeza casi estalla. ¿Qué será andar entre ocredades?
NO LEER.
La globalización empezó con los viajes a que se decidieron Enrique el Navegante e Isabel de Castilla y su señor, cuyo meollo fue América. Poco después Miguel de Montaigne escribía: "Nuestros ojos son más grandes que nuestros estómagos y nuestra curiosidad, mayor que nuestro entendimiento. Creemos asirlo todo y apretamos solo viento."
Se produce entonces "la mayor mutación jamás habida en el tiempo y el espacio humano", "no comparable siquiera con la exploración espacial".
Cuando ésta llega migrar es una constante, pero el trasiego trasnacional por otros motivos seguirá reservado a unos cuantos, digamos, hasta los tiempos neoliberales.
Así inicia una viñeta sobre mi estancia en la fábrica-pueblo. De poco antes escribí: