Hubo una fábrica-pueblo, casi enseguida rematé el viaje sesentayochero; perdí mi Santo Lugar, me expulsaron dos veces del paraíso, escribí Rascamapache y jamás se me ocurrió lo que durante estos dos últimos años resulta obvio para cualquiera sin usar eufemismos.
La cuestión es que debía producirlo sin dolor ni rastros delatores. Imposible, pues.
Murieron veintitrés en el Metro, hoy cumplo años y lo declaro sin ambages.
Va la canción que más me gusta, diculpe Mr.
Claro, en diez minutos se me pasará, atrapado por nimiedades.
Si debí ser un clásico perfeccionado, con éxito y ética profesional, como mis crías, uno no puede negar a quienes lo formaron. Sobre todo a ti, Uno.
No hay manera de pensar en el futuro teniendo conciencia de cuán arduo y prometedor es el presente. Seño Utopía, no te pensaba para mañana. Habrías de materializarte cada día, según me reveló Filiberto.
Apriétateme, Eterna, envoltura expresiva de la Tic.
Al rato habrá un En movimiento cuyo flayer no hizo todavía el huevón de Ulises, jeje.
Y después.
Para el sábado la gran, gran cosa, ahora sobre Colombia con un inmejorable invitado y esas cuatro súper mujeres que asumieron el espacio -son cinco pero Nela anda viajando; aquí falta nuestra jefa Alina.
El domingo rematamos con lo intrascendente necesario.
¿Y? Partí hace tiempo y en sueños bajo a hacer la vida.
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