En 1530, sólo en el actual territorio del Perú existió una población aproximada de 9'000.000 de habiranres, canridad que en e! año de 1629 se vio reducida a 601.645 indios
la derrora de la gran rebelión indígena que dirigiera Túpac Amaru 11, mesrizo' y descendiente de los incas, enrre 1780 y 1781.
entre 1867 Y 1868 se desarrolló la tebelión de Juan Busramanre, cuyo ejemplo fue imitado en gran parre de la zona sur del país, rambién conocida como 'la mancha india' o el 'trapecio andino'. En Puno y Cuzco se localizaron numerosas y endémicas rebeliones de indios entre 1886 y 1887, entre 1895 y 1906, en 1911, en 1913, en 1915, hasta llegar a la gran sublevación indígena que abarcó los departamentos de Cuzco, Puno, Arequipa, Ayacucho y Apurímac, entre 1920 y 1923. Esta sublevación provocó la invasión de muchas haciendas y el ajusticiamiento de varios gamonales.
El indigenismo fue promovido desde el Estado por el presidente Augusto B. Leguía (1919-1930), quien hasta 1923 mantuvo una apertura política que 200 Carlos Fernándrz Fontenoy permitió el crecimiento de diversos movimientos sociales. El mismo Presidente creó en 1922 el Patronato de la Raza Indígena. Surgieron durante esta primera etapa de su mandato varias organizaciones proindigenas, las cuáles. años más tarde, fueron disueltas por el propio Leguía.
Los creadores y difusores del indigenismo no fueron indios. Tanro en
Cuzco, en Puno como en Lima, estuvo integrado por miembros de las clases
medias provincianas (ya descontentas con el centralismo) o por sectores de la
aristocracia limeña, ligada de alguna manera a la oligarquía, salvo en el caso de
José Carlos Mariáregui''.
Un buen sector de los indigenistas, sobre todo cuzqueños, fue cooptado por el socialismo limeño, donde sobresalían las figuras de Haya de la Torre y Mariátegui. En 1927, parre del grupo de indigenistas cuzqueños organizaron una célula apris-a. la cual al año siguiente se pasaría al parrido socialista de Mariátegui (Sulrnonr 1985).Fueron los socialistas peruanos los que 'transformaron' a Jos 'indios' en 'campesinos'. Lauer. con razón, sostiene que este proceso de cambio de denominación fue una 'construcción', que implicó un esfuerzo por redefinir a los mismos sujetos desde otra perspectiva conceptual
al indio que rrabajaba en el campo se le empezó a llamar 'campesino'. Este cambio se oficializará cincuenra años más tarde, en la década del 70, cuando el Gobierno del Gral. Juan Velasco modificó el nombre del 'Día del Indio' por el 'Día del Campesino'.
Podemos terminar diciendo que Mariátcgui no aceptó esta división 'ortodoxa'. que implicaba de cierra manera adherirse a una definición u otra: o indio o campesino. Para él no hubo una relación de exclusión entre esras dos formas de definir a los mismos sujetos. Eran las dos cosas: indios y campesinos. Contrariamente a los dik-tak del comunismo moscovita. Mariáregui incluyó en sus descripciones, análisis y propuestas política.'> la variable 'indígena', en sus connotaciones culturales, raciales, económicas y políticas. que el marxismo internacional rechazaba. Esro le granjeó enemistades y marginaciones al inrerior del movirnienro comunista internacional.
El movimiento campesino
A partir de las décadas de los .30 y 40 del siglo XX, las distintas acciones que desarrollarán los campesinos estarán ligadas, de alguna manera, ya sea al Partido
Aprisra Peruano (PAP) o al Partido Comunista (PC). El PAP incorporará a los
campesinos en su partido de 'Frente Único' de clases, junto a la clase media y a
los obreros (Haya de la Torre 19.36). Por su lado, el PC también incluirá en su po-
202 Ltu/OJ Femández Fontenoy
lírica de alianzas a la clase campesina, para ir formando con el tiempo una sólida
alianza obrero-campesina capaz de realizar la revolución proletaria en el Perú.
Si en 1786 la población mestiza era del 23%, en 1940, de acuerdo al úlrimo censo que incluyó la categoría racial, la población mestiza y blanca sumaba más del S3~/o. sin conrar a los asiaticos y a los negros. A mediados del siglo
XX, estamos ya freo te a un país mayoritariamente mestizo pero con una tendencia marcada hacia lo indo-mestizo. Las posteriores migraciones y procesos
de urbanización han aumentado esta tendencia hacia el mestizaje.
Así como la aperrura democrática del sistema polírico entre 1919-1923
permitió la aparición de importantes actos de movilización campesina y de
creación anísrica e inrelecrual, la llegada al poder del presidente Luis Busramanre y Rivera (1945-48) con apoyo del aprJsmo. posibiliró nuevamente que
los diferentes movimienros populares pudieran expresar sus demandas e inrenrar legalizar sus organizaciones.
En efecto. fue muy significariva la canridad de sindicaros agrarios y comunidades campesinas que se legalizaron. Los niveles de movilización campesina,
ranro en la Sierra como en la Costa. fueron de los más altos de la hisroria del
Perú hasta ese enronces (Mejía 1978). Las huelgas en la Costa y las invasiones
de tierras en la Sierra generaron las condiciones para la creación de la Federación General de Yanaconas y Campesinos del Perú. en 1947. Más tarde, se crearian la Federación Nacional de Campesinos del Perú (FENCAP) y la Confederación Campesina del Perú (CCP).
El sistema polírico autoritario que reinsraura la dictadura del Gral. Odría
(1948-1956) naja inicialmente como consecuencia un reflujo del movirnienro
campesino. Pese a ello, desde 1950 hasta 1964 se pudo apreciar una gran movilización campesina en el nivel nacional, simultáneamente con una oleada de
venta de rierras (1950-60) por parre de los hacendados, que hizo presagiar temporadas rorrnenrosas en el secrar agrario.
Enrre 1956 Y J964, ya bajo el gobierno democrárico de Manuel Prado
(1956-62) es posible idenrificar hasra 413 movimienros campesinos. y sólo en
el año de 1962 se pueden conrar más de 70 haciendas invadidas por campesinos (en su mayoría. movimientos de 'recuperación' de tierras arrebatadas por
los hacendados). El movirnienro más imporranrc se dio en los valles cuzqueños
de Lares y la Convención, enrre 1956 y 1962, coincidiendo exactamente con
el período de gobierno de apenura democrática de Prado.
El líder más irnporrante de este movimiento fue Hugo Blanco, mcsnzo.
con estudios universitarios en Argentina y de inspiración rrorskisra, alenró con
Sistema político, indigenismo), movimiento campesino en el Perú 203
éxito la sindicalización, las huelgas y las invasiones para recuperar las tierras excomunales en dichos valles cuzqueños (Burga y Flores Galindo 1982). El eco
de! triunfo de la Revolución Cubana en 1959 contribuyó al afianzamienro de
la presencia de los partidos marxistas al interior del movimiento campesino.
Desde ese entonces hasra la aparición de Sendero Luminoso y el MRTA, la influencia del marxismo en el movimiento campesino será permanente.
El presidente Prado nombró una comisión de airo nivel con el objetivo de
elaborar un proyecro de reforma agraria. Dicho proyecro estuvo listo en las postrimerías de su (Iobierno y optó por no implementarlo. Su sucesor, Fernando
Belaunde (1963-68), prometió durante su campaña electoral promulgar la Ley
de Reforma Agraria; una vez en el poder, no tuvo la capacidad política para implementarla. Una de las primeras consecuencias fue e! estallido de las guerrillas
del MIR Y del ELN (1964-65) derrotadas fácilmente, y el posterior golpe milirar del Gral. Juan Velasco Alvarado el 3 de octubre de 1968.
El período que se abre con el gobierno de Manuel Prado en 1956, las dos sucesivas juntas militares, la de los generales Pérez Godoy (1961-62) y Lindley (1962-63), y el gobierno de Bustamante hasta el golpe militar del general Juan Velasco Alvarado, ya en 1968, constituye una etapa de ascenso de las masas populares confrontadas con los efectos de sucesivas crisis económicas. El país vivirá tensos períodos de agitación popular, de revueltas.
La rcistauración -una vez más- de un sistema polírico autoritario. de dictadura militar, hacía presagiar la repetición de experiencias militares anteriores. Velasco AlvaraJo sorprendió a 'tirios y troyanos' al iniciar el proceso de reformas sociales y económicas más importantes en lo que va de la República. Después del Gobierno de Velasco. para bien o para mal, el Perú fue orro, La primera Ley de trascendencia que dio su Gobierno fue la Ley de Reforma Agraria en 1969. Esta medida ha sido considerada como una de las más radicales que se hayan tornado en América Latina, quizá solamente comparada con la reforma agraria cubana. Fue duranre el seprenaro de Velasco (1968-1975) cuando se dio el proceso de democratización social más importante en el Perú. Paradójicamenre. fue un gobierno autoritario el que entregó las mayores cuotas de poder político en el nivel local, ya sea a los campesinos de la Costa o de la Sierra. Las organizaciones campesinas (Ligas Agrarias) creadas desde el Estado reemplazaron en muchos rincones del país a los anriguos poderes locales. Sólo este hecho abrió las puerras a una dinámica de cambio social que aún no terminamos de vislumbrar. En el aspecto cultural, el velasquismo desplegó una polírica dirigida a revalorizar la tradición andina y popular. T úpac Amaru, mestizo y revolucionario. fue uno de los símbolos de la reforma agraria y parte esencial de la parafernalia del régimen militar. La declaración del idioma quechua como lengua oficial del Estado -junto con el español- fue un reflejo de lo que venirnos sosteniendo. El historiador José Tamayo (\981) llega incluso a visualizar una rcndencia neoindigenista a finales de la dictadura de Velasco.
Este gobierno militar creó en 1971 el Sistema Nacional de Movilización Social (SINAMOS) con la intención de promover la creación de movimientos sociales de tipo gremial, para poder estructurar y controlar, en cieno modo, el sistema polüico que desearon implantar en el Perú: la Democracia Social de Participación Plena (Guerra Carcía 1983). Este modelo implicaba la creación de instituciones de gobierno integradas por representantes de los diferenres gremios del país. Fue un proyecro de tipo corporativo, que antes ya había sido planteado por intelectuales y políticos peruanos, tales como Víctor Andrés Belaunde y Haya de la Torre. En esta dirección, el Gobierno creó sus 'propias' organizaciones gremiales: en 1972 se fundó la Confederación Nacional Agraria (CNA), y en diciembre del mismo afio la Cenrral de Trabajadores de la Revolución Peruana (CTRP). En el mes de febrero de 1973 salió a la luz la flamante Confederación Nacional de Comunidades Industriales (CONAU). Al amparo del sector progresisra del Velasquismo -que dominó el poder durante gran pane del tiempo que duró dicho Gobierno- surgieron y crecieron numerosos movimienros sociales y se legalizaron una cantidad jamás vista de sindicatos en plazos bastante conos (Tovar 1982).
("Quizás para evadir las severidades de la realidad, mi madre leía apasionadamente novelas. Mi padre consideraba que sus lecturas eran tiempo secuestrado al trabajo. ¿Con qué cariñosas razones mi madre obtuvo autorización para leer? «Un solo libro por mes», dijo mi padre. Era muy poco para la otra pasión de mi madre. Para no contrariar sus órdenes, ella inventó entonces una inocente astucia: leer siempre el mismo libro. Y para que así pareciera, exhibía a vista de mi padre una revista cuya carátula no cambiaba. Lo que mi padre ignoraba era que bajo esa inmutable portada, cada semana, desfilaban pueblos de personajes desmesurados, fascinantes, inolvidables [...].
Mi madre leía a escondidas de mi padre y yo a escondidas de mi madre. Ella salía de compras yo me fingía enfermo. No bien se alejaba, me precipitaba al desván donde ella apilaba sus novelas.)
Por sus orígenes, un urbano, un proletario. Su familia puede situarse, en lo que desde [José María] Arguedas a [Aníbal] Quijano [Obregón] se ha llamado el proceso de cholificación. Es decir, alguien que puede referírsele a una categoría social, la más ancha y popular que puede imaginarse en una sociedad como la peruana de estos años. Aquella capa que se levanta contra la tradición de resignación andina, huyendo del feudalismo rural. Unas capas nuevas, constituidas por ex-campesinos, neo-urbanos, por los «peruanos del desborde»
HABRÍA QUE VER, CREO, ESTE MOMENTO DE 2021, COMO UNA RECUPERACIÓN DE TRADICIONES POLÍTICAS SOCIALES DE DOS GRANDES ETAPAS. LA HISTÓRICA, DIGAMOS, COLONIAL Y DEL SIGLO XIX, Y LA DE LOS AÑOS 20S HASTA ¿80S?
Un adolescente en [el Perú de] los años cincuenta, ¿en qué espacio político podía colocar su personal revuelta? El castrismo no había todavía nacido. En cuanto a los comunistas locales, eran stalinianos en las formas y conformistas en los hechos. Así, Scorza se hará aprista: fue la gran pasión del Perú contemporáneo. Un signo que unía indigenismo y antiimperialismo20. Scorza forma parte de los poetas oficiales del Partido, los llamados poetas del pueblo21.
Fueron años de aprendizaje bajo el rigor y la dureza. Dejaron huellas inextinguibles en el joven Manuel Scorza, pero él las pudo transmutar en una poesía de vigorosa expresión, de logrado pulso. Muchos de los versos que integrarían su primer poemario, "Las imprecaciones" (México: 1955), son fruto del desconsuelo en que se halla inmerso el exiliado.
El poeta mexicano Rubén Bonifaz Nuño le recuerda en aquellos años de exilio: "Conocí a Manuel Scorza cuando, desterrado de su patria, alimentaba en la mía sus poderes y sus debilidades. Compañeros fuimos, en la miseria y en el odio. Hermanos de ese sentimiento de náufragos frente al mal, sentimiento que hace envejecer antes de tiempo, que hiere con polvorientas arrugas la piel del alma triste. Ahora, con sólo recordar, comprendo muchos de los significados de sus palabras y de su vida".
En 1951 obtiene el primer puesto en los Juegos Florales de Poesía convocados en conmemoración del IV Centenario de la Universidad Nacional Autónoma de México. El poema, "Canto a los mineros de Bolivia", es desgarrada poesía de compromiso social. Una desatada angustia recorre, inundándolos, todos y cada uno de sus versos:
"Hay que vivir ausente de uno mismo,
hay que envejecer en plena infancia,
hay que llorar de rodillas delante de un cadáver
para comprender qué noche
poblaba el corazón de los mineros".
Los últimos años del exilio fueron particularmente difíciles. El APRA, que en sus orígenes fue un intento de encontrar un pensamiento con originalidad americana, desembocaba en las tibiezas socialdemócratas, se aliaba con el poder que tan duramente le había atacado, acababa siendo la base ideológica de una clase media y no se ruborizaba en congeniar con el imperialismo estadounidense. Manuel Scorza, que sufría un riguroso exilio al igual que otros deportados, ve cómo el partido que le había llevado lejos de su patria renuncia a sus postulados ideológicos. Manuel Scorza escribe un artículo cuyo mero título es un irónico sinsabor: "Good bye, míster Haya".
En 1956, la dictadura de Odría ha quedado atrás y Scorza vuelve al Perú. Ese mismo año, su poemario "Las imprecaciones" obtiene el Premio Nacional de Poesía del Perú.
El período que se abre con el gobierno de Manuel Prado en 1956, las dos sucesivas juntas militares, la de los generales Pérez Godoy (1961-62) y Lindley (1962-63), y el gobierno de Bustamante hasta el golpe militar del general Juan Velasco Alvarado, ya en 1968, constituye una etapa de ascenso de las masas populares confrontadas con los efectos de sucesivas crisis económicas. El país vivirá tensos períodos de agitación popular, de revueltas.
Manuel Scorza abre una etapa cultural realmente notoria y absolutamente novedosa. El novelista cubano Alejo Carpentier da cabal noticia: "Este peruano preocupado por la cultura de su pueblo y de América toda se dio a la tarea un tanto riesgosa pero entusiasta de preparar el Primer Festival del Libro con una selección de diez mil volúmenes de autores clásicos americanos. Las quince mil colecciones a la venta en quioscos situados en distintos lugares de la capital se agotaron en menos de una semana".
La experiencia se repetiría con idéntico éxito en Colombia, en Venezuela, en Cuba. Consistía en editar a bajo costo y en poner los volúmenes a la venta evitando intermediarios. Manuel Scorza era ahora un editor popular.
Mientras tanto, en 1960, publica su segundo poemario, un libro de poemas de amor: "Los adioses". En 1961, el tercero: "Desengaños del mago"; en 1962, un poema elegíaco: "Réquiem para un gentil hombre. Elogio y despedida de Fernando Quíspez Asín".
En estos años entra a formar parte del Movimiento Comunal del Perú, un grupo político activo en defensa de los derechos del campesinado indígena. De la mano de este movimiento, siendo su Secretario de Política, tomará parte activa en la revueltas campesinas que se inician con la década de los años sesenta. Va a nacer un nuevo Scorza: el investigador, el hombre atento a los hechos sociales. Los campesinos se rebelan. En los Andes del sur, Hugo Blanco forma ligas agrarias; en los Andes centrales, los campesinos se enfrentan a una compañía minera norteamericana, la Cerro de Pasco Copper Corporation. En ambos casos, los campesinos invaden haciendas. La gran novedad es la asombrosa capacidad que poseen para la organización y para la conciencia. Manuel Scorza recorre los Andes centrales observando y participando; de vuelta en Lima, redacta y publica manifiestos de denuncia.
En estos años compone el "Cantar de Túpac Amaru", un poema épico que nunca llegará a ser publicado íntegramente y del que su autor no queda totalmente satisfecho: "No estoy seguro de haber logrado dar la auténtica dimensión de Túpac Amaru".
También éstos son los años de composición de un poemario en el que la angustia y la violencia desatada impregnan todos y cada uno de sus versos, "El vals de los reptiles". El propio Scorza habla de él en los siguientes términos: "Muchos críticos consideran que el más importante de mis libros no es una novela, sino El vals de los reptiles, que es un libro de una tensión, de una textura de terror tal que después de él ya no vislumbré más que la locura. Yo había llegado al borde de la locura en poesía y tuve que retroceder: la guerra campesina, entonces, me permitió reencontrar la vida a través de la palabra".
Es durante estos años de intensa actividad social y política cuando se gesta el ciclo novelesco que le llevará a la fama internacional, La guerra silenciosa. Es a partir de la primera de las novelas del ciclo, "Redoble por Rancas", cuando Scorza se convierte en el novelista de las luchas campesinas del Perú.
Pero, desbaratada la revolución campesina, Manuel Scorza, junto con otros muchos implicados, abandona el país. Sobre él pesa una condena de cinco años de cárcel que elude mediante un nuevo exilio, ésta vez prácticamente definitivo.
En 1968 deja atrás el Perú: "Asistí a las más terribles escenas: prisiones, fusilamientos, masacres, asaltos. La prensa no informaba nada y a los que queríamos denunciar la situación nos reprimían. Yo fui enjuiciado junto a otros participantes, acusado de atacar la seguridad del Estado, con mayúscula. Yo era pasible de cinco años de cárcel, así que decidí salir del país".
París es su nuevo destino. Es lector de literatura hispanoamericana en la cole Normale Supérieure de Saint Cloud. Lleva consigo dos manuscritos, un poemario y una novela: "El vals de los reptiles" y "Redoble por Rancas". Se publican el mismo año, 1970. El primero, en México; el segundo, finalista del Premio Internacional Planeta, en Barcelona.
La publicación de "Redoble por Rancas", novela inical del ciclo La guerra silenciosa, supone para su autor una fama editorial y un número de lectores de todo punto excepcionales. También posibilita un hecho sorprendente. Reabre el debate sobre las luchas campesinas y el propio presidente Velasco Alvarado se ve obligado a liberar de la cárcel a uno de los personajes de la novela, Héctor Chacón. Este campesino es puesto en libertad después de once años de prisión. Pero no sólo eso: cuando el general Morales Bermúdez, presidente del Perú después de Velasco Alvarado, decide continuar la reforma agraria anunciada al país, lo hace precisamente en Rancas. ¿Por qué? Según Manuel Scorza porque: "la literatura cumplía una función gracias a la novela. La rebelión de Rancas salió del anonimato a la evidencia".
La segunda de las novelas del ciclo, "Historia de Garabombo, el invisible", también se publica en Barcelona, en 1972.
El año siguiente, 1974, aparece en la revista bonaerense "Crisis" (n=A7 12, abril) la que quizá haya de considerarse su última publicación poética: "Lamentando que Hans Magnus Enzensberger no esté en Collobrières". El poema está fechado: 20 de agosto de 1973.
La primera reunión de su obra poética lleva como título "Poesía incompleta", y es editada por la Universidad Nacional Autónoma de México. El prólogo corre a cargo del poeta mexicano Rubén Bonifaz Nuño.
Pero, según ya se ha dicho, Manuel Scorza es ahora novelista, o, mejor aún, poeta-novelista. Su obra narrativa no puede leerse dejando de lado la perspectiva poética que, de modo ineludible, inunda todos y cada uno de sus capítulo. El resto del ciclo La guerra silenciosa lo componen "El jinete insomne" (Caracas: 1977), "Cantar de Agapito Robles" (Caracas: 1977) y "La tumba del relámpago" (México: 1979).
Mientras tanto, su producción empieza a ser objeto de estudio. Congresos en Granada, Sevilla, Valencia, Alicante, Lahti (Finlandia), Bolognia (Italia)... son sucesivos escenarios de debate sobre una obra que ya es relevante dentro del panorama general de la literatura de América Latina.
Mientras tanto, en Perú, bajo el mandato del general Morales Bermúdez, se abre un proceso electoral para elegir una Asamblea Constituyente. Tal proceso va a cerrar doce años de gobiernos militares en medio de la crisis económica y de conflictos sociales.
En las elecciones tomaría parte el FOCEP (Frente Obrero Campesino Estudiantil Popular). En este grupo político milita ahora Manuel Scorza. Su líder, Jenaro Ledesma, uno de los personajes centrales de la quinta novela del ciclo, "La tumba del relámpago", saldrá elegido diputado.
Perú entra en la nueva década con una nueva Constitución. Pero un conflicto violento de nueva e insospechada índole afectaría al país en la década que ahora se iniciaba. El mismo día de 1980 en que es elegido presidente Fernando Belaúnde Terry, en un pueblo de Ayacucho uno de los partidos maoístas conocido como `Partido Comunista del Perú: Sendero Luminoso' se responsabilizó de la destrucción de las urnas electorales. Este acontecimiento marca el inicio de un conflicto que fue extendiéndose a todos los departamentos del país.
Pero Manuel Scorza apenas si vería discurrir el primer tercio de la década de los ochenta.
En febrero de 1983 aparece, publicada en Barcelona por Plaza y Janés, la que sería su sexta y última novela, "La danza inmóvil". El ciclo épico La guerra silenciosa ya ha quedado atrás. Esta novela representa una vía de experimentación en los ámbitos técnicos de la narrativa. Su lectura supone una fascinante aventura en la que los recursos narrativos son llevados a límites insospechados.
El 24 de septiembre de 1983 escribía a Ramón Serrano Balasch, su agente literario en España. Así comenzaba la carta: "Tú sabes bien que ningún libro nace de la inteligencia sino del corazón, si existen inteligencia y corazón. Y no somos sino palabras escritas por el dedo de alguien en un muro invisible".
También le hablaba de su nueva novela, "La conquista de Europa": "novela cómica, clásica, sin cambios de planos, humorística, filosófica".
Para finales de noviembre tenía previsto asistir al Encuentro Cultural Hispanoamericano que tendría lugar en Bogotá, organizado por la Academia Colombiana de la Lengua. En la madrugada del lunes 28, a la una y cinco minutos, a unos ocho kilómetros del aeropuerto de Barajas, el Jumbo 747-283B de la compañía colombiana Avianca, quizá en el inicio de la maniobra de aterrizaje, capota y cae. Incendiado inmediatamente de su impacto con tierra, el aparato se arrastra a lo largo de ochocientos metros. Los restos del avión se esparcen en una zona conocida con el nombre de Balcón de Mejorada. Ciento cincuenta y seis pasajeros y veinticinco empleados de la compañía mueren en el accidente. Tan sólo hay, milagrosamente, dos supervivientes.
El encuentro de Bogotá quedaría convertido en luctuoso homenaje hacia las figuras, primerísimas, de la cultura que tan trágicamente mueren en el accidente: la novelista y crítica de arte argentina Marta Traba (1930); su marido, el intelectual uruguayo Angel Rama (1926); el novelista mexicano Jorge Ibargüengoitia (1928); la pianista catalana Rosa Sabater (1929). También Manuel Scorza que, ironías de váyase a saber qué destino, ha de morir un 28 de noviembre, el mismo día que, en el distante año de 1969, José María Arguedas se disparaba dos balas en su despacho de la Universidad Agraria.
Los restos mortales de Scorza llegan a Lima el cinco de diciembre. Son recibidos por sus familiares, representantes del Gobierno, parlamentarios, militantes del FOCEP y, también, por grupos de campesinos de Yanahuanca, de Huancavelica, de Cerro de Pasco...
El día anterior, el 4 de diciembre, iniciaba el periódico madrileño "El País" la publicación póstuma de los últimos artículos de Manuel Scorza con "Fe de erratas". El día 6, esta vez en el barcelonés "La Vanguardia", aparecía "El Cervantes que nunca conocí". Y, finalmente, de nuevo en "El País", ya el 22 de diciembre, "¿Orwell tiene razón?".
Manuel Scorza Torres muere a los cincuenta y cinco años de edad. Deja, cuando menos, una novela inacabada... y tantas otras hubiera deparado su capacidad fabuladora. Deja una vasta colección de artículos periodísticos. Deja también una rica obra poética que le coloca en un lugar significativo entre los poetas peruanos de la generación de los cincuenta. Y una novela en la que la estructura narrativa opera como un hábil juego de espejos y contraluces. Deja, sobre todo, La guerra silenciosa, un gran mural narrativo que va mucho más allá de ser mera reconstrucción histórica de las reivindicaciones en las poblaciones campesinas y mineras de los Andes centrales.
Los lectores de ese vastísimo fresco compuesto por Manuel Scorza, nuevos doña Añada a esta otra parte de la ficción que da a nosotros, comprueban cómo la realidad no es sólo una, sino todas las posibilidades que hay en ella. Y tantos y tantos momentos del ciclo novelesco perdurarán para siempre, siempre recomenzados en la magia de nuevas lecturas.
El poeta y crítico Eugenio Chang-Rodríguez evocaba en "Manuel, hoy viajas", poema de homenaje tras el trágico accidente, uno de los innegables sentidos —quizá el primero, pero de ninguna manera el único— de la obra de Manuel Scorza:
"Ahora, en medio de la hoguera del viento levantado,
tus versos y novelas son gritos de batalla
en los torturados Andes".
En esa probable historia de los olvidos de la cultura, en el apartado correspondiente a este siglo, la figura de Manuel Scorza ocuparía, sí, todo un capítulo, un largo y emocionado capítulo. Su obra está a la espera de los lectores de hoy y del futuro; sus páginas siguen abiertas al estudio de la crítica.
Ahora, al cumplirse trece años ya de la muerte del poeta-narrador, vale decir que su voz está llamada, sin duda alguna, a perdurar en el tiempo; aunque quizá no, y ésta es la poquedad de nuestras miras, en el nuestro.
Juan González Soto