Que
siga la función, pues.
Viñeta egoista
Nadia
Hay una gran cantidad de gente en el salón que parece ser una
carpa de color blanco, hay muchos, demasiados rostros conocidos y los demás son
no sólo desconocidos sino muy extraños, es decir no parecen reales, son como
personajes sacados de un comic de factura oriental, no manga no, más bien del
oriente medio en dónde los personajes judíos parecen siempre “Pedro el Malo”…
racista el sueño, pienso ahora mientras lo recuerdo.
No sé bien si fueron los arrimones los que me despertaron, más
parece que no que fue alguna otra cosa la que me saco de la carpa blanca y él
al sentirme despierta reclama inmediatamente el territorio que noche a noche le
escabullo mientras dormimos. Sus manos buscan mis pechos ciegos a ciegas
mientras aprieta su pelvis contra mis nalgas frías, está dormido, pero mi
cuerpo responde a sus movimientos con estremecimientos y la humedad primera.
Anoche llegamos molidos y trabajamos hasta las 2 am en el virtual
mundo de los hexadecimales, es una crueldad despertarlo a las 5 am porque tengo
ganas. Igual busco su oído para suplicar -¿me la metes tantito?-.
Gruñe mientras a jalones se despoja de los boxers y empuña su falo
apuntando el rígido pedazo de cielo a mí ya muy mojada entrada. Dice algo que
ya no alcanzo a entender o ya no me importa entender pues ya está adentro y
todos mis sentidos están puestos muy por debajo de mis orejas, devotos todos a
la tarea de estrujarlo y devorarlo con la boca más voraz que poseo.
Después de mi primer agudo descalabro que me deja estremeciéndome
sobre la almohada y boqueando por aire, las caricias se hacen más suaves para
dar tiempo a la recuperación del sentido y el tacto – ¿me llevas al baño
tantito? Me dice suavecito.
No, lastimosamente he de decepcionar aquí y no es una perversa y
vertiginosa parafilia la que nos lleva al baño. Es simplemente una práctica
previsión.
De pie en la ducha y sin mediar palabra me posee del todo con toda
la fuerza y la entrega de amantes nuevos, como si mi concha no se hubiera
abierto, florecido mil y un veces para él en claros chorros de agua cristalina
que estallan con gritos para evitar que mi cuerpo entero se desintegre. Es como
una gengidama alojada en el bajo vientre que contiene y atrae toda la fuerza de
gravedad y que con los bombeos inclementes va reconcentrándose en un pesado
agujero negro que amenaza con llevarse mi vida en estertores y flujos.
Al fin todo estalla en blanco y el sonido y el movimiento no
existen por un eterno segundo de desgarrado grito mudo.
Al despertar de la explosión y muerte vuelvo a sentir.
La pared de azulejos verdes y fríos en mi espalda.
El bombeo de su cuerpo contra el mío/en l mío.
Mis piernas tensas y empapadas.
El suelo que se ha vuelto resbaloso.
Su pelo entre mis dedos.
Kuykendal
Virikota
Sábado
25 de enero, 2013, las sabanas cobijaban mis sueños, la tonada repetitiva de mi
celular me despertó, me negaba a contestar, pero la insistencia era
preocupante. Llamaban Prime y Brenda.
Recordé
que en la última visita se quejaba mucho, le costaba respirar, se encontraba
muy mal. Mi primer pensamiento fue “Seguramente falleció”. Me estremecí y con
rapidez salte de la cama; llamé a Brenda, me peguntó
-¿Sí falleció? Eso dicen en las redes sociales.
No pude responder. El nudo en la garganta y el dolor en el pecho no me
permitían hablar.
-No sé, deja le llamo a Eva-. -Marque y me respondió que se encontraba en el
hospital, el cuerpo aún no se lo entregaban, me invito a ir a despedirme.
Quede atónita y le confirme a Brenda la noticia.
Levanté a mi amigo “Che” y llamé a Lily para organizarnos para ir a ver a Eva.
Nos encontramos en un metro de la línea 8, caminamos, decidimos a desayunar en
un mercado después de la visita. El antojo era birria.
Eva, tranquila, nos informa que falleció por paro respiratorio gracias a la
pulmonía que desarrolló y provocaba el dolor y la tos intensa, pesé a que los
medios aseguraban que por los medicamentos, no había dolor.
Un año se encontró postrado, su cuerpo tomo la posición de feto, perdió todo
músculo y grasa, algunas llagas en el cuerpo intensificaban los cuidados en los
nosocomios constantemente socorridos.
Éramos pocos y ya casi daban las diez de la mañana. Preocupada por su cargador,
Eva nos pide comprar uno.
A nuestro regreso la llaman del ministerio público, uno que esta cerquita del
metro Santa Anita. El auto no enciende, nos grita y abordamos un taxi.
Ahora sólo éramos cuatro, entramos. Un tipo de bigote sucio nos atiende:
–¿Usted es su esposa?
Eva responde:
-Sí.
-Necesito copias, su declaración y un testigo –dice el hostil funcionario.
La declaración fue larga y los papeles del hospital los entregaron mal los
médicos. Pasa el tiempo, tiempo perdido. Mientras tanto Eva, nerviosa, vuelve a
revivir todo. El primero de diciembre del 2012 golpearon en la cabeza a Kuy –
así le decíamos todos-. Exposición de masa encefálica, en ese momento sin que
supiéramos, pierde todos los sentidos.
Soy la testigo y voy recordando cuando lo conocí, compañero de “la Sexta”. Su
decadencia corporal es lo que más fijo en mi memoria. Ya no hablaba, no comía
por sí solo, y la pregunta viene a mi cabeza: ¿Luchar conlleva estar postrado
en la cama?
El tiempo sigue avanzando, ya es de noche, nos entregan el cuerpo, no sin antes
identificarlo en la morge. Su cuerpo ahí, pequeño frio, despertaba el coraje.
Era Juan Francisco Kuykendal Leal, falleció en manos del Estado, un compañero,
un maestro.
La carroza de manera torpe lo traslada al SEMEFO, los compañeros mientras
esperan anciosos en la funeraria su llegada.
Eva está cansada, nos hacemos cargo de todo, la vuelven a llamar para declarar
y la secretaria no cree lo que escucha, cambia inmediatamente su actitud, es
más amable.
4 am aproximadamente, estamos cansados-
5 am, nos entregan el cuerpo, vamos a la funeraria.
Lo arreglan, le ponen sus paliacate y su hupil, tratan de disimular el rostro
de dolor, ya esta con sus compañeros. El dolor se mitiga al compas de las
jaranas.
La madrugada es de ellos y ellas despidiéndose.
Cuelgan una bandera zapatista en su ataúd.
En la mañana lo enterramos, una marcha lo acompaña, consignas, canciones y
palabras de dolor y rabia lo despiden.
Veo caer la tierra y vuelvo a preguntarme ¿luchar significa ser asesinado?
El “Tony Curtis” de la Guerrero
Una Historia
Verdadera
Aristeo Téllez
Tenía la mirada
perdida y sin brillo, propia de quien estaba hace
del alcohol parte de su vida, de su
historia…
Su
rostro no
exhibía cicatrices físicas, sino a un
hombre descuidado, fachoso, sin aseo
personal, tirado en la esquina de la calle Estrella y Héroes, cerca de
la pulquería “La Consentida”, por donde deambulaban hombres y
mujeres que hacían del pulque el elixir de su mísera existencia. Ahí, en
esa
esquina, Antonio mejor conocido en la Guerrero como el “Tony Curtis”,
yacía durmiendo la embriaguez. A pesar de todo, se recuperaba, como
dicen en el
barrio. Cuando se alivianaba, se bañaba,
se arreglaba, era un buen mozo que
hablaba, conversaba, seducía y su voz se escuchaba en el salón “Los
Ángeles”, de donde era un asiduo si se encontraba en sus cinco sentidos.
Los ojos azules y el buen
perfil le daban un parecido extraordinario al galán Hollywoodense Tony
Curtis, y con este parecido evocaba la época que le toco vivir.
En esos días la
Colonia Guerrero se encontraba infestada de entros nocturnos en los que florecía
la prostitución –que, por cierto, hoy no sé si por la crisis o por la
corrupción, vuelve a infestar nuestras calles, sobre todo
en Buena Vista, Puente de Alvarado y Zaragoza hasta en el Eje Guerrero. Lo más
extraño es que precisamente casi enfrente de la Delegación Cuauhtémoc está
naciendo una nueva zona de tolerancia –nuestro buen amigo Antonio de haber
querido hubiera sido un verdadero padrote pero nunca le gusto ese estilo de
vida.
Era
un
excelente futbolista que hizo pruebas en
equipos de primera división pero su talento se perdió por sus problemas
con el alcohol. Tenía carisma, le caía muy bien a la gente, y así fue
como en una fiesta a
la que lo había invitado un amigo, conoció a Esteban, un alto
funcionario de
PEMEX , el cual quedo impactado por la galanura de nuestro amigo. Empezó
una
bonita amistad entre ambos, que termino, dicen las malas lenguas, en un
romance
entre ambos. Probablemente fue cierto, ya que de la noche a
la mañana nuestro amigo consiguió
empleo en esta paraestatal, estrenó carro del año y se
empezó a vestir con ropa de marca. Se olvido del alcohol por un tiempo,
empezó a
asistir con mayor frecuencia al salón Los Ángeles, a salir con mujeres,
se
hizo novio de una señora de la calle de Estrella, volvió a caer en el
vicio pero no lo corrían de su trabajo pues tenía un buen respaldo.
En una ocasión presencié un acontecimiento chusco. El buen Antonio se ponía muy malo de
las crudas, tenían que llevar a un doctor para que le pusieran suero, estaba
viviendo con la señora de la calle de Estrella que le daba albergue en su
embriaguez, cuando de repente llego Esteban con sus guaruras y trato de
llevárselo pero la señora lo jalaba de un lado y esteban del otro lado, como si
fuera un guiñapo ambos se peleaban por él .
“Quien no conoce
los Ángeles no conoce México, reza el eslogan. Hoy Antonio es jubilado
de PEMEX, tiene una buena pensión, se juntó con una de sus tantas novias y tuvo
un hijo, vive con ellos, entró a un tratamiento que lo alejó para siempre del
alcohol. Del buen Esteban nunca se volvió a saber, al parecer ya falleció. Ahora
sí que nuestro amigo, después de ser un teporocho que se quedaba tirado
en la calles, recompuso su existencia. Le paso como reza el coro de la
canción Sorpresas te da la vida, la vida te da sorpresas…
Todos somos comunistas hasta que hace un
chingo de frío
Itzia
G. Rivera

Se
convocó a una movilización, no recuerdo bien qué día, pero está en las noticias.
–Oigan compas, ¿quién irá a la marcha? ¡Vamos!- les decía a lxs vatos
que estaban en el espacio estudiantil de la ESE; unxs se hacían weyes y otrxs
me decían que que hueva. Decidí
irme sola, ya qué. Pero al final, sí fuimos tres compas. Nos fuimos en metro,
no sabíamos dónde estaba el contingente, nos bajamos en linda vista, caminamos
y entramos a Zacatenco, hasta después de media hora quizá, llegamos a nuestro
destino: Dirección General. Había aproximadamente 300 compas… entre lxs compas
de vocacionales, ESIME, ESIA, ESFM, etc. Busqué al contingente de Economía, que
por cierto, no eran tantos como se esperaba. Había una cadena humana
resguardando la entrada con el fin de que no rompieran la puerta de vidrio,
hacía calor, estaba cansada y tenía mucha sed pero eso no me impidió unirme a
la cadena y ver a las personas que estaban dentro de DG mirándonos, tomando
fotos y videos con sus celulares. Algunos con cara de: “¿Y ahora qué quieren?”
. Por fuera, se exigía la presencia del director general para así poder
entablar un diálogo con él, ya que el cumplimiento de los pliegos petitorios de
las escuelas se estaba tardando demasiado. Nos pidieron 15 minutos de
tolerancia y nada, media hora… cuarenta minutos. Comenzamos a pegar carteles en
la puerta. –Itzia, ¿no traes un plumón, para escribir en más cartulinas?- me
preguntó un compañero de la ESE, -Pues, no…¡Ah! Pero traigo un lápiz labial,
¿servirá? ¡Chingue su madre, a ver si sí aguanta!- en las puertas: “DISCULPE
LAS MOLESTIAS, ESTAMOS DEMOCRATIZANDO AL IPN; #QUESEVAYANTODOS” entre risas y
comentarios, seguíamos esperando la respuesta del director.
Después
de un rato, vi del otro lado de la puerta -adentro de DG- a unxs compas
haciendo señas de que se podía entrar por el estacionamiento.
-¡Órale
compas, córranle! Entramos a buscar al director como si se tratara de un juego,
como si al encontrarlo nos fueran a dar un premio o algo así. Entre consignas y
porras escuché: -Pues ni pedo, en AGP se acordó que si no nos hacían caso,
vamos a tomar instalaciones- Y dicho y hecho, se nos entregaron las
instalaciones como a eso de las 18:00. No fue necesario decir nada para lo de
la organización, pues, ya se había vivido la experiencia de un paro de casi
tres meses. –“De éste lado la comisión de víveres, de éste otro la de finanzas
y acá seguridad”- Todxs regresaron a sus escuelas por lo que había quedado del
paro pasado, cobijas, almohadas, libros, comida enlatada… yo tenía un chingo de
tarea, pero me valió. Me valió que al día siguiente entrara a las 7:00 am me
puse a pensar en las consecuencias y para mí fue una experiencia única. Ya que,
en el paro sí asistía a una que otra asamblea, leía noticias, me informaba y
trataba de participar de cierta manera, pero nunca me había quedado a cuidar
instalaciones o ver esas asambleas que duran horas y horas. Fue hermoso. El
rincón de Economía, estaba en un “buen lugar” digo, al menos no nos entraba
tanto aire como a otrxs. Como a las tres de la mañana, lxs compas decidimos
descansar un poco después de tanto desmadre; -“Wey, pásame más cobijas el suelo
está bien pinche congelado”- (el piso es de mármol) -“Jajaja, nel por eso yo
aparté la mía”- “Pues, chinga tu madre, entonces”- -Entre risas, y cantando “No
tengo tiempo de Rodrigo Gonzáles” se escuchó: “Todxs en un paro somos
comunistas, hasta que hace frío”.
Las Pasitas
Rogelio
Caballero
Cursábamos, mi hermano Virgilio y yo, el sexto
grado de primaria en la escuela Estado de Nuevo León, cuando nos enteramos que
había una empacadora de pasitas en la esquina de Tebas y Nilo, en la que
aceptaban niños a trabajar. Si bien es cierto, en casa teníamos lo necesario,
como niños deseábamos algo más para algunos gustos. Así informados un día al
término del horario de clases nos dirigimos al domicilio de la empacadora de
pasitas, por cierto se encontraba a cuatro cuadras de nuestra escuela.
Tocamos el timbre. Abrió la puerta una muchacha,
guapetona pero mal encarada, y de mala manera preguntó qué deseábamos. Le
expresé queríamos trabajar al terminar el horario de clases y sin más trámite
indicó nos presentáramos al día siguiente. Llegando a casa informamos a nuestra
madre lo que habíamos hecho y nos dio su permiso sin enterar a mi padre porque
él se opondría pues indicaba nos dedicáramos solamente a estudiar.
Al siguiente día, muy emocionados y nerviosos nos
presentamos a la Empacadora de Pasitas California. Nos recibió la misma
muchacha, nos dijo su nombre, señorita Adela, y nos condujo a lo que debería
ser la cochera, un sitio de aproximadamente treinta metros cuadrados, dónde
recargadas a la pared se encontraban sentadas en el suelo más de veinte
personas, la mayoría mujeres, dos hombres y dos niñas y un niño. Tenían sobre
sus piernas una caja de cartón de la cual sacaban puños de pasitas y las
introducían en una pequeña cajita de no mas de 10 x 5 cm.
Se pagaba “a destajo” o sea, según lo que
hiciéramos. La cuota, el millar de cajitas llenas a 2.50 pesos, y si se habían
armado y pegado, 1.00 peso más. En el proceso de llenado se trabajaba una caja
grande que contenía un poco más de 14 kgs. El producto debía llenarse de miel,
imagínense lo difícil de la tarea en esa pequeña cajita. Tal labor se realizaba
en mínimo dos días de jornada de entre diez y doce horas. Además trabajábamos sentados
en el suelo; si había alguna silla o banco era llevada por el empleado. Se
utilizaba sólo una mesa grande, para después de llenado el millar de cajitas
empaquetarlas en número de cincuenta, primero con papel encerado y después con
papel de estraza. Veinte paquetes cada uno con cincuenta cajitas de pasitas
California.
Nos empezamos a relacionar con las y los demás
compañeros y compañeras, estableciendo mucha camaradería. La mayoría no tenía
estudios, algunas mal sabían leer y escribir. Los instruidos éramos Virgilio y
yo. Con un grupo de señoras platicábamos más, como Salomé, que vivía en la
calle de Sánchez Trujillo casi esquina con la calle Libertad, donde se
encontraba la tienda La Reina, que atendía don “Baldo”. Esta señora, Salomé,
era mamá de Ana, una niña de nuestra edad, y de Nacho, un poco menor y de una
niña más chica, a la que me acuerdo le decían la Gorda. Ellos acudían a las
“pasitas” con su mamá.
Estaban también la señora Sofía, muy seria pero
amable, como de unos cuarenta años, y la Güera, una muchacha como de veintidós
o veintitrés años, madre soltera de una pequeña de unos tres años a la que
llevaba con ella al trabajo.
Y así transcurrían nuestros días entre ir a la
escuela y nuestra adaptación al trabajo en las pasitas. La relación que
establecíamos con las compañeras y compañeros se fue haciendo cada vez mayor,
escuchando las experiencias de vida de ellas y ellos y las nuestras en la casa
y en la escuela. En las pláticas tocábamos el tema del trabajo tan laborioso y
la diferencia en el pago. De esto comentamos algunos aspectos del Artículo 123
de nuestra Constitución.
Debo mencionar que nosotros ya la conocíamos
gracias a Mercedes Vargas Bravo, excelente ser humano y magnífica maestra; de
ella y nuestra herencia familiar se forjó nuestro amor al magisterio.
En fin, con las compañeras y compañeros la
información y la curiosidad siguieron en aumento. Les hicimos saber que en el
Artículo 123 se establece el derecho a un salario justo y digno, que debían
registrarnos al Seguro Social, darnos reparto de utilidades, etcétera.
-¿Qué podemos hacer para obtener den todo eso? -fue
la obligada pregunta.
-Hacer uso de otro derecho: el de huelga!
-¿Y eso cómo se hace?
Comentamos que teníamos que definir qué es lo que
queríamos y de acuerdo con ello hacer un pliego de peticiones, el cual le
presentaríamos al patrón, para esperar su respuesta. Con lo platicado y
acordado, nos llevamos, mi hermano y yo, la tarea de escribir el pliego de
peticiones. Después de dárselos a conocer a los demás se decidiría el día para
presentarlo a los patrones y quién lo haría. Entre mi hermano y yo, platicando
sobre este asunto, con mucho nerviosismo comentábamos, ¡Nos van a correr!
los punks keneddys:
entre el pogo y el slam
Kiko
Era un sábado, lo recuerdo bien, por la tarde llego el Chuy y su pandilla, tocaron
a la puerta y comenzaron a meter el equipo que traían en una camiona; bataca,
las liras, bajo, los amplis y bafles. Mis jefes les dieron chance de abrir el
zaguán del kanton.
Acomodaron los instrumento y sobres, a darle, se pusieron a tokar, eran los
M-19, recuerdo que se echaron una rola, la de sucio policía (después supe que
era un fusil, era de Narcosis una banda peruana).
Fiesta sorpresa, le festejaban los 15 a mi carnala, no había varo, nada de
vals, ni vestido, ni botana, solo el ruido del M-19; iniciativa de la pandilla
punk.
Mi jefe se paró en la banqueta de enfrente, me dijo: “Puro pinche ruido y pelos
parados”, y se reía.
El Kabugui, un cuate del salón de mi carnala de la secu le cayó también, al día
siguiente se llevó el equipo a su kanton. En casa estuvo haciendo un pogo
extraño, se movía para todos lados como si imitara una danza indígena, la danza
de la lluvia, traía una moikana y pantalón a cuadros rojos y azules, estilo
escoces.
Me entere que se llevó el equipo muy tarde, como a eso de las 9 de la noche, y
me lancé tendido a su kanton en la Estrella, a una calle pasando la Mercurio
donde hicimos unos murales algunos años después (aún se conservan las famosas
botas) y nos juntaríamos los vomitados.
En el Camino me decian que ya no alcancé el tokin, que ya había tocado el
Masacre 68 y el Especimen con el Ganso en la voz, en la azotea de casa del
kabugui, y que hicieron slam. Los vecinos dirían siempre que era danza india,
hasta que se popularizo. Mi karnalillo el Meño estuvo allí cotorreando con la
pandilla, llegué tarde y no les alcance. Todo por acompañar a los jefes no
recuerdo a que pinche lado.
Era tal vez 1986. Después ese barrio, la Estrella se convertirá en el centro de
gravedad del movimiento punk, durante una década cuando menos. Algunos más
optimistas dicen que más bien durante veinte años y no sólo de Ecatepunk, sino
del valle de México todo. Y cuando digo punk me refiero al punk del hazlo tú
mismo, al punk anarquizante, que empezó a caminar por la senda de la anarquía sin
saber con precisión que era, hasta elaborar un anarquismo propio, sin conocer
al anarquismo clásico.
El Kabugui, vocalista del Epidemia, y el Kako, guitarro de causa Pérdida, hoy
Zona Roja (ahora batako), serán los principales promotores de los punk kennedys.
43
Cecilia Rejón Baz
¿Qué sentirías,
Cecilia, si cuando vas llegando a casa escuchas a los muchachos del barrio
hablar a gritos? ¿Cómo te duele que los gritos sean por los 43? ¿Cómo
explicarle al mundo que esos gritos no son lo que esperabas? ¿Qué le dirás a
tus hermanos, a tu madre, a tus prospectos de sobrinos? ¿A tu perro...?
Son gritos a voz en
cuello, de chicos que se divierten, que toman alcohol, que posiblemente
utilicen drogas. Son gritos de animadversión, de coraje, desde dentro: -¡Qué,
plátano, te vamos a quemar como a los estudiantes! Jajajaja -se escucha que
ríen, felices con la ocurrencia.
Quisiera regresar y
decirles, con toda paciencia que… qué se yo, decirles amablemente que vayan de
puntitas a chingar a su madre. No lo hago por prudencia, porque vivo sola y son
mis vecinos desde hace un tiempo ya, los escucho beber, alardear, sus voces
forman parte del cotidiano de esta unidad, son eso, tan sólo muchachos.
Sí, son muchachos, posiblemente
de la misma edad que nuestros 43. Pero son muy distintos, no van a la escuela y
si trabajan lo hacen para pagar sus vicios. No sé cómo se llaman, desconozco a
qué escuela fueron, no entiendo de verdad, no los entiendo. Son los mismos que
hacen llorar a mis perros cuando truenan cuetes, son los mismos de cada 28, los
de San Juditas, los de fin de año, los mismos, igual de desheredados que yo y
que muchos.
Al igual que hace
veinte años me gustaría decirles lo mismo, aquello de “aquí estamos, no nos
rendimos” etcétera. Pero ni ellos saben quién soy ni yo tengo la misma
prestancia de ánimo que aquella niña de 20.No lo digo pero lo pienso una y otra
vez: ¡Qué maldita rabia! ¡Qué impotencia siento! Me gustaría estar allá y no
aquí. Me encantaría conocer, abrazar, intentar consolar a los padres, me
gustarían tantas cosas.
Pero aquí sigo:
“consternada, rabiosa” pensando en que tal vez me anime a organizar una
conferencia en el trabajo, una pequeña reunión para concientizarnos, para
escucharnos y quizás llegar a algún acuerdo. Es poco pero se puede hacer. En mi
chamba se puede porque somos muchos que nos sentimos prácticamente igual eso
más la incertidumbre de lo que puede pasar con nuestro trabajo, con nuestra
fuente de ingresos, con nuestras vidas.
Sí, me digo, eso
vamos a hacer, pero volviendo al punto, lanzo la pregunta: ¿Qué se puede hacer
con los muchachos de mi unidad? ¿Cómo hacerle si no escuchan, si ven televisa,
si le van al América, si son testarudos y malvivientes? ¿Qué les decimos o cómo
hacemos?
Y repito: ¿Qué
sentirías, Cecilia, si cuando vas llegando a casa escuchas a los muchachos del
barrio hablar a gritos? ¿Cómo te duele que los gritos sean por los 43? ¿Cómo
explicarle al mundo que esos gritos no son lo que esperabas? ¿Qué le dirás a
tus hermanos, a tu madre, a tus prospectos de sobrinos? ¿A tu perro?
Desde Iztapalapa con
cariño.
¿Qué chingaos quieren estos pendejos?
Rodrigo Córdova

Iba llegando presuroso
al camión que va directo a la ESIA Tecamachalco que sale en el paradero de
Tacuba. Un lugar hediondo, mugriento, peligroso y feo en todos los sentidos,
cuando para mi sorpresa ya no salían autobuses que se dirigieran hasta allá por
una marcha de quien sabe quién y solo llegaban hasta Periférico. ¡Chingada
madre y el día de mi examen!. -¿A qué hora era para lo de la marcha?-, me
preguntó una compañera como a las 9 de la mañana enfrente de la papelería de la
escuela, le dije que era a las 12:30 en Popotla, para ya unirnos al contingente
a la 1 en Normal. Apareció una compañera en la parada justo cuando el camión
comenzó a avanzar. Le hice señas para que subiera rápidamente antes de que
tomara velocidad pero prefirió mentarme la madre simbólicamente a apresurarse
todavía más. El interior del microbús lucía extraño, solo un par de estudiantes
más que yo, y no lo sabía porque los reconociera, sino por su facha: un
portaplanos en un hombro y una mochila en el otro, “estos dementes también van
a caminar desde Periférico hasta allá, están igual de locos que yo” pensé. Qué
más daba, era la única opción. -¿Por qué tan tarde?-, le recriminé a uno. Sólo
pidió disculpas y nos desplazamos en metro a Normal. Únicamente fueron quince
minutos en su tardanza. Mas en ese tiempo un amigo y yo vimos desabordar de los
vagones al menos tres contingentes diferentes, de por lo menos cincuenta
personas cada uno, al parecer, uno de la Superior de Turismo. Saliendo del
metro otro colega nos advirtió que un primer contingente de nuestra Superior ya
había avanzado pero que debíamos esperar a más “weyes”. Para mi sorpresa arribaron
un estimado de 150 personas. Al cuarto para las dos, homogenizamos los dos
bloques del contingente justo en el cruce de Avenida de Los Maestros y Manuel
Carpio. Alrededor de 1500 individuos. Me bajo del camión y lo primero que veo
es un cartel de la CNTE, -Puta madre con estos weyes y sus mismas mamadas de
siempre-, susurré en voz baja. Caminar de Periférico a la ESIA Tecamachalco es
maso menos la misma distancia que si recorrieras seis veces una pista de 400
metros, la diferencia radicaba en que no era caminando, sino a medio trote el
cómo me estaba desplazando, con bajadas y subidas por las diferentes entradas,
e irregularidades y grietas en la banqueta. Todo eso sumándole que el examen
era a las cuatro, eran 3:50 y llevaba cargando una mochila que pesaba los mil
demonios en esos momentos. -¿Qué esperamos para avanzar?-, se escuchaba la
pregunta ansiosa de parte del contingente de mi escuela, aunque sinceramente
nadie lo sabía, en el cruce se encontraban unas personas que eran las que daban
el paso a las diferentes agrupaciones por Unidad, pero no solo del Politécnico,
UNAM, UAM y no se cuantas más casas de estudio estaban ahí compartiendo Huelums
y Goyas, Goyas y Huelums alternadamente. Tocó nuestro turno de avanzar, que
emoción crecía en el pecho de todos, que orgullo ser parte de ese momento, el
primer paso que oficializaba la participación de los futuros Ingenieros
Arquitectos en la lucha social. Avanzados más sobre el circuito y a lo largo de
toda la marcha era un chiste creer que mil quinientos personajes eran muchos,
porque una vez observando los mares de estudiantes conscientes se hacía un número
pequeño, algunos dicen que setenta mil, yo digo que era incalculable. Al estar
dentro del túnel entre San Cosme y Normal, dirección Cuatro Caminos, escuche a
un señor molesto por que no pudo llegar a entregar un material por parte de su
empresa por culpa de los estudiantes, lo útimo que escuche de la voz de éste
señor fue… ¿Qué chingados quieren estos pendejos?
deamorpuercosycasetas
Selene Chávez -Luna-
*…pero había dado mi palabra y ésta siempre
se reivindica con hechos: el sábado tomamos la caseta.
*“Porque Lucio luchó y murió para que esto fuera posible, para que nosotros
pudiéramos levantarnos hoy y decir que somos el pueblo, que el pueblo combate y
lucha, Lucio no murió en balde” paráfrasis de lo que decía David Cabañas
mientras yo, como muchxs otrxs presentes bajo la carpa improvisada a lado de un
parque público, escuchaba con la rabia hecha girones, dónde están los de la
Isidro, dónde están mis compañeras, dónde la justicia, por qué la vida siempre
se presenta tan chingada pa’ nosotrxs lxs pobres… nada especial, cosas que
desde hace muchos años ando pensando; nada especial, cosas que desde septiembre
pasado mucha gente anda pensando…
Estoy de pie bajo la carpa, tras hileras de sillas, esperando la llegada de D,
ya es tarde, mi celular no ha sonado, le habrá pasado algo…
C a mi lado, como siempre desde hace casi quince años. Está ahí con todo y el
miedo. La semana pasada junto con otrxs compañerxs del IPN tomaron caseta
–otra, no la de hoy-
*-Pero no íbamos encapuchados, Selene, hasta el militar nos dijo que así sí nos
daban chance porque sabían que no somos vándalos, somos estudiantes que quieren
informar a la gente de lo que nos está pasando, encapuchado… no sé, mugres.
-C, entiende, ellxs son nuestros enemigxs, ese discurso es otra manera de
sometimiento, de tenerlos vigilados, controlados, no mames, el sistema siempre
te va a decir cómo luchar para saber cómo controlar y aniquilar esa supuesta
lucha, tenemos que darles la vuelta. Mira, en las casetas hay cámaras, de por
sí a ti en la Unidad ya te tienen fichado, ahora tu jeta ya está también allá,
no mames, no sean ingenuxs… nosotrxs no somos vándalos, ellxs nos han orillado
a cubrirnos la cara, ya sabes… bueno, el varo es para sus murales, nosotrxs
vamos porque ya dimos nuestra palabra, no sé cuántxs estudiantes vayan, CF dijo
que tú ibas a jalar como a 20 y mira, ni tú quieres ir… pero bueno, tú decides
si vas, nosotros nos movemos antes de que termine el evento.
Me mira con sus hermosos soles ámbar. -¿A qué hora nos vemos?
*Salí de casa con la ropa que hace más de dos años no usaba, hace más de dos
años no escondía mi rostro, hace más de dos años… cuando jugaba a la revolución
con el grupo, cuando aún creía en las organizaciones de izquierda, en que sí
trabajan, en que no repiten el mismo pinche circo panfletario de siempre, la
espiral roja, manantial de falacias…
-Cuídate, no llegues tarde-
-No, mami, al rato regreso, lxs quiero…
-Así dices y no llegas…-
-Déjenla, ya se va a hacer la revolución, acuérdate que siempre cambias a tu
familia por “tus camaradxs”, ándale, un día vas a querer desayunar conmigo y…
Mi hermano siempre bromeando, siempre hablando de lo estéril de las acciones.
Mi madre, mi tía, mis hermanos, no saben a dónde voy ni a qué. Están en la
mesa, cordiales, cálidos, desayunando. La casa huele delicioso.
-¿Hoy también lees para la gente de los estudiantes que mataron?
“Los estudiantes que mataron” dice mi madre, sé que es la idea generalizada,
¿México es un país sin esperanza?… No, ni ellos ni nosotrxs ¡no estamos muertxs!
-No, mami, hoy voy con unxs compañerxs que invitaron a David Cabañas, su
hermano fue un guerrillero que estudió en la misma escuela que ellos…
-Ah, bueno, ya te dije, no llegues tarde, cuídate… ¿llevas suéter?
Alcanzo a escuchar mientras cierro la puerta, sí, llevo suéter, uno grande y
con capucha…
*D llega más que sonriente con un pulque camuflado en la mano, viene acompañado
de su mejor amigo y de CF, ¡se hablan de nuevo!, sonríen, juegan. Hace las
veces de saludo entre él y yo un abrazo fuertísimo, como si el mundo se
estuviera haciendo pedazos justo en ese instante. Trae ilusiones por fusil,
nada malo puede pasarnos hoy. Parece que las cosas toman otra vez su cauce.
“A continuación la compañera Luna y el compañero D nos compartirán su poesía
para iniciar con el recital…” Leemos un par de textos. Yo en nombre de nuestras
“desaparecidas”, él también.
CF y C platican mientras tanto. El primero creyó que el segundo ya no iría.
Terminamos de leer, me acerco a ellos mientras D se despide de quienes se
quedan.
-¿qué pasó con lxs demás?, pregunta CF dirigiéndose a C.
-Pues tú… ya no dijiste nada, si no es por ella no me entero que hoy es la
toma, dices un día y luego otro… pues ya sabes, es fin de semestre, todxs andan
atareadxs, cansadxs, lxs que son de pueblo ya se fueron…
D se acerca. De pie a mi izquierda, como siempre. Nos miramos cómplices del
pensamiento: lxs estudiantes y su revolución de butaca… nos miramos pero no
hablamos, así desde hace una semana, sólo peleamos. No importa, hoy la cuestión
no es de nosotrxs, vamos por todxs, por los compañerxs en lucha, porque el arte
debe dejar constancia del movimiento: no pueden quedarse incompletos los
murales. Tenemos un compromiso y, si todo sale bien, también habrá recursos
para lo que falta pagar del festival cultural de febrero.
“Nuestros principios y objetivos esenciales son:
• Luchar consecuentemente…”.
Una chela pa’l camino.
*En el metro nos esperan seis politécnicos, otra vez la mirada cómplice: somos
muy pocos.
-¡Échate un alerta, camarada!- le dice a D su mejor amigo. La mirada cómplice
de nuevo (aún hoy no logro descifrarla). La esperanza, el mundo nuevo habita en
nuestras sonrisas/espejo, él y yo somos lxs seres humanos nuevos –otra vez- en
ese instante. Dos voces una y retiembla en el metro la vida:
Aleeeerta…
*-Ay, mugres, estás bien torpe, ¿no aprendiste nada de nosotros? Si amas la
revolución, no dejes de luchar-, me dice C luego de la catarsis a su oído –como
siempre-
Miro a D tijeras en mano, dos asientos delante nuestro. Sí, amo la revolución;
no, no dejaré de luchar…
-Ya casi llegamos, mugres, gracias por traerme el paliacate, prometo
devolvértelo intacto, es hora de disfrazarnos- digo a C. Nos abrazamos, sonreímos.
La caseta se divisa a muy poca distancia, atestada se encuentra de policías.
Más de lxs habituales. Silencio sepulcral.
Lxs compañerxs del ipn son novatxs, sólo uno de ellxs ha estado en una toma de
caseta, en la misma que decía C, en la que no se encapucharon “porque no son
vándalxs”. Entre todxs, somos once, dos mujeres, la acción se dificultará, pero
ya estamos ahí.
Llegamos. El chofer estaciona el micro a unos metros de la caseta. Descendemos,
servicio particular. El micro y su conductor se esfuman casi mágicos.
Bajo la capucha la mirada es más honesta, más alma, más nuestra. D y yo…
nuestros ojos se encuentran -pupilas en incendio donde se asoma todo lo que
queda por vivir- y en esa fracción de segundo habita la eternidad. Cómplices
hasta los huesos, nosotrxs militamos en la vida y por ella apostamos las naves.
Sabemos que somos pocxs, sabemos que todo puede salir mal, sabemos que esa
mirada puede ser la última, por eso la congelamos eterna.
-Avancen, compañerxs, no se detengan, vamos todxs juntos, no se separen…- digo
mientras camino con C a mi lado, al frente del grupo.
-Espérense, CF se quedó a miar-
-¡No mamen!- Detengo el paso, el de C y el de quienes vienen detrás.
D y yo somos otra vez una voz: -¡Esto es rápido, compañerxs!-, él sigue –no
perdamos tiempo…-
La pulsión me gobierna. Ahí no hay cámaras. Mi mano, la derecha, desliza de la
nariz al cuello mi paliacate ante sus labios desnudos. Su cuerpo tiembla al
contacto. Cerramos los ojos. Nueva-mente la efímera eternidad. Otra vez
cómplices nuestros. La saliva desafiando a la historia con hache mayúscula:
pretendimos que empezaba justo ahí, con nosotros, en la posibilidad de aquél
último beso. La esperanza hace nido en nuestra boca.
Un beso, pero sin abrazo, ese… ese se quedó en prenda del regreso: el futuro es
nuestro fusil.
“El deber de todo revolucionario es hacer la Revolución con las armas en la
mano.
Vencer o Morir”.
El paliacate vuelve a su sitio, avanzamos con la mirada prendida a las orejas
del horizonte. Nosotros al frente de la luz, de la vida. Necesitamos recursos,
la Historia otra vez se torna certeza.
Una de lxs puercxs advierte al grupo, levanta el walkie talkie…
*Citas tomadas del Ideario del Partido de lxs Pobres*
Mujer
Alexandra Zahar
Invierno del 2015. El
día esta gris y lluvioso. Me gustan los días así pero a la vez me hacen sentir
cierta nostalgia que no sabría describir, algún recuerdo de una vida pasada, no
lo sé. Se me antojan para no salir de la cama, de preferencia empiernada con
alguien, viendo una película. Hoy estoy sola así que me veo forzada a olvidarme
de estar empiernada, mi relación es demasiado complicada y mi pareja no se
encuentra conmigo.
Acabo de cumplir
treinta y cinco años y aunque mi cumpleaños siempre ha sido una fecha muy
especial para mí, además representa, esta vez, el antes y el después más
significativo de mi vida. El clima y la nostalgia me hacen pensar acerca del
día que inició mi historia: El 9 de marzo de 1980. De esa fecha sólo sé que fue
domingo y nada más. Resulta extraño pensar lo poco que sabemos del día que
venimos a este mundo, a la vida, a nuestra vida. Una fecha que celebramos todos
los años. Una fecha que yo tengo idealizada. Hoy adquiere especial significado
por algo tan pequeño pero tan importante que sucedió a inicios de mes.
Primer lunes de marzo.
Veo las uñas de mis pies pintadas con esmalte rojo escarlata como manzanas
cubiertas con caramelo mientras me estoy enfundando en mis medias color arena,
el leotardo negro con encaje acariciando y modelando mi figura, mi falda de
jean azul ligeramente arriba de las rodillas, mi blusa negra con flores rojas
de tela sedosa y transparente. El ritual del maquillaje fue el de siempre
aunque se sentía diferente: la base, los polvos, el rubor claro, el delineador
negro y los labios rosa. Me miro en el espejo y me siento satisfecha con la
imagen. Me siento soñada. No soy una mujer especialmente atractiva pero hoy me
siento guapa.
Salgo de mi casa, una
habitación amueblada en el número 36 de la calle de Arista y me dirijo a la
administración del edificio. Los hospedajes conocidos como “Las Casas Verdes”,
especialmente donde vivo, tienen fama de ser casas de seguridad de redes de
prostitución y trata de mujeres debido a una serie de reportajes de El
Universal que salieron a la luz hace poco más de un año. Diría Michael Ende:
“Pero esa es otra historia y debe ser contada en otra ocasión”. De igual forma
decía Ende que “toda historia es una historia interminable” y conmigo sin duda
tiene toda la razón; alguna vez, bromeando, le dije a mi ex: “Me siento como si
fuera Scott Bakula, saltando de vida en vida, arreglando lo que en el pasado
salió mal”. La referencia es el actor principal de la serie de televisión
llamada “Quantum Leap”, conocida en español como “Viajeros en el Tiempo”, donde
su personaje literalmente vivía las vidas de diferentes personas de diferentes
épocas, vidas tan diferentes entre sí que no sería posible que una sola persona
viviera todas… así ha sido mi vida.
Breve historia de Neza.
David Misan
Al principio llegaron los
texcocanos abanderados por el Tlatoani, que según acudía a la zona a hacer
versos y planear arquitectónicamente, todos saben que es mentira, iba a la zona
a conectar mota y a burdeles.
Poco
después llegamos los paracaidistas, expulsados de Oaxaca y Puebla, de campesino
a obrero, era literal nuestra cama de piedra.
Al
final llegaron los Toros Neza, que nos dieron identidad y patria chica, equipo
que goleaban una semana y a la otra le arrancaban tres puntos al líder de la
competencia, y como todo en nuestra vida desapareció.
Ahora solo quedamos las ruinas.
Celso
El
compa Celso, pescador de Puerto Viejo, un día en el parquecito, contó esto:
A
Filimón Baltodano se lo llevó el Diablo. Toda persona que sea de Garza y Nosara
asegura que esta historia es cierta. Cuando velaban a Filimón una su prima se
acercó a ver la caja y al alzar la tapa puso una cara de espanto. Luego se supo
que solo se enterró el ataúd sin cuerpo alguno. Toda la gente se pregunta:
donde está? Filimón Baltodano tenía contratos con el Diablo.
***
Noviembre. Sixaola inundada. Pasa el finado por la
calle principal y se lo lleva la corriente. Tres pangas cruzan la calle
principal del pueblo, entre la bruma, ya noche buscando el cuerpo. Gentes con
varillas revuelcan el barro. No se encuentra nada. Yo lo puedo hallar !
tráiganme una almohada, dónde
se hundió? cincuenta
metros abajo la almohada en remolinos y el Pastor evangélico: ¡ ahí está !
***
Murió
el hondureño. Pertenecía –dicen- a una secta. Estaba en la poza, ahogado,
panzarriba, a la par del puente. Era largo como una varilla el negro. Conforme
pasaban las horas se hacía cada vez más pesada la caja, extremadamente pesada.
Ya en el velorio fueron a alzar el ataúd entre varios y no pudieron. Conmoción.
Vino entonces el Chino: – palabras incomprensibles -… tres crucetazos en la
caja – ! ahora alcen ! – Dominó, rondón, cantos hasta la madrugada.
A contra reloj
Georges Waters
Los minutos caminan, el tiempo corre,
el lápiz dibuja; el tiempo, ese dispositivo que nos mueve a hacer cosas en
equis duración de segundos, escribir acelerado, calculando ensimismado que no
nos falte tiempo.
Garabatean las palabras, la vida se consume, yo sentado a contratiempo, el
perro que ladra, el gato que se lame en la terraza del edificio de a lado, la
vista en el papel, los niños por la calle gritando, saltando. Yo a contra reloj.
Se azota la puerta, los sentidos se inflaman, todo vuelve a la calma, la mosca
que vuela, el cambio de hoja, el tic tac del reloj, la manecilla que cambia
serena. Tiempo que vive, saluda y muere.
Tiempo de vida más valioso que el oro, todavía una joya se puede reemplazar,
hora pasada, hora muerta, tiempo que no volverá jamás. ¡Qué detalle! Sentidos
preciosos, ¿cuántas cosas eres capaz de captar en un segundo? La pluma
quedanza, la calma que agobia, la “compañera” ausente [Jazz], el cigarro
encendido, olor a tabaco, las tareas pendientes, desatento al presente,
preocupación por el pasado, el ahora desvanecido.
¡Reloj de arena! Control de vida. Muerte viviendo, vida muriendo.
El otro infierno
Belarmino
“Nadie
atina a explicar por qué todos fueron Ayotzinapa. Universitarios, burócratas,
electricistas, preparatorianos, hombres y mujeres, jóvenes y ancianos, familias
enteras… Todos acudieron porque esos 43 normalistas de Iguala no son tan
lejanos, no son tan ajenos, y el 44 podría estar inmerso en esa masa que
atiborró el centro de la ciudad. La marcha del jueves 20 fue otra vez la
unificación de una voz: ´Que se vaya Peña´. Antes de que los uniformados
cumplieran la orden de despejar el Zócalo a toletazos, un muchacho muy joven
había dicho: “Este es nuestro 68”. Y sí”, escribe Fabrizio Mejía Madrid en una
crónica sobre la gran manifestación de ese 20 de noviembre.
El 43
se convierte en una cifra simbólica para México y para quienes acompañan la
lucha en otras partes del mundo. Involuntariamente dejamos fuera así a los tres
asesinados, el muerto en vida y el herido que no volverá a ser el mismo por el
impacto en la cara. Muchas y muchos se esfuerzan en recordarlos con
las fotos de sus muros en las redes sociales.
Hay allí un empeño por rescatar la memoria de todos uno a uno y el
trabajo de Tryno Maldonado, escritor y periodista, es quizá la mejor muestra,
pasando meses en la Raúl Isidro Burgos para que los números y las fotografías
se transformen en historias personales. Otros y otras se acercan a las familias,
para asomarnos al drama que acompaña esta historia.
No resulta fácil por la tragedia en sí y el duro proceso de revictimación
en el reino de la injusticia donde vivimos.
Julio
César Mondragón Fontes es el normalista desollado en vida, cuyos restos
presentan unos militares en la mañana del día 27, asegurando que los
encontraron sobre la calle.
La
madre, el hermano, los abuelos y tíos de Julio viven al sur del estado de México, y
Marisa, su compañera, trabaja y se hace cargo de Melissa, la hija de ambos, en
el Distrito Federal. A la manera de cualquier familiar de los 5, no pueden moverse
como los de los desaparecidos, pues la PGR aisló sus casos.
Cuando la joven esposa y el tío
Cuitláhuac fueron por los restos del muchacho, incursionaban en una realidad
regional muy distinta a la suya, a la que por obvio instintivo temían. En ese
clima, entre uniformados y civiles de aspecto dudoso gracias a las noticias ya
esparcidas, calculemos la confrontación con el forense.
-¿Por qué afirma que lo mató el trauma
craneoencefálico y no reporta posible tortura? Vea el rostro y las huellas en
varias zonas del cuerpo -dijeron, y la respuesta fue el ninguneo del
profesional con autoridad que se dirige al pueblo llano. Maestros normalistas y
de carácter enérgico los dos, encararon al médico tan mesuradamente como las condiciones
mandaban, haciendo conciencia de que deberían fotografiar el cadáver en
diversas posiciones antes de darle sepultura.
El duelo, multiplicado por las
circunstancias, tendría que pasar entonces un agrio trago extra. El colmo
fueron los comentarios en el propio Semefo: Pueden sacar buen dinero por un
caso así.
El periplo de los Mondragón abunda en
mensajes siniestros y fantasmas que el poder siembra de tal o cual manera,
ahora al abandonar Iguala. ¿Estaban en riesgo, alguien los seguiría? ¿Eran
exageraciones, una reacción común de las víctimas en México?
Al poco Marisa recibe la visita de
representantes del gobierno guerrerense. Le llevan un cheque por diez mil pesos,
que se presume para los gastos de mayor urgencia y no aclaran realmente el motivo.
¿Si toma el papel renuncia a algo? ¿Y cómo dieron con ella los agentes?, ¿la
vigilan?, ¿desde cuándo?
Por esos días, durante una clase en su
universidad, Lenin, el hermano pequeño de Julio y muy parecido físicamente a
él, escucha al maestro referirse al joven que aparece desollado en la
fotografía.
-Se lo merecía –suelta el tipo.
-0-
Somos
los
que ven y muchos más, empezando por ustedes mismos, hay que repetir.
Aquí no existe arriba y abajo, quienes sólo hablan y quienes sólo
escuchan. Juntos todas y
todos, en ese orden no por deferencia a las mujeres sino porque hoy su
lugar
está al frente, cuando de luchar se trata.
La última gira, decimos, y en realidad es la primera, la que
acompaña el comienzo de una nueva utopía, nos da por creer, juntos, ustedes y
nosotras y nosotros.
Terminemos con un aplauso general.
CARTELES, COORDINACIÓN Y MUSICALIZACIÓN: NADIA GODOY Y NERI MARTÍNEZ