martes, 10 de agosto de 2021

Corazón Mío

 

Agradezco a quienes entraron desde Colombia, aunque me parece que buscan algo aquí inencontrable.

 
-Soy trabajadora sexual, bailé provocativamente en un bar, dejando que los hombres me besaran, y al rogarles no penetrarme usaron sus puños -dice Judy Foster en la película donde encausa por violación a esos tipos y gana.


Escribí esto sin pedir permiso a Corazón Mío. La busqué cuando al leerlo me di cuenta de lo que en verdad sucedió y no solo en el momento.
Por supervivencia, una mujer necesita avanzar profesionalmente y sus circunstancias le cierran las puertas. 
La atrae ese hombre y hasta puede quererlo. Se juntan, los planes no marchan y decide irse. Repentinamente él recibe un regalo que para ella significa ser o no ser en adelante. ¿Cómo convencerlo de cambiar la decisión si ahora apenas se soportan? Tiene a mano el recurso cuya magia conoce Monelle, desvalida entre desvalidos.
-Aprende a disfrutarlo -le dijeron expertas voces hace mucho.
¿Abusé?, me pregunto. Sin duda. Poder y necesidad fraguan y fraguan, en esta basura que creamos por los siglos de los siglos, amén.
 
Las hormonas, ya saben, son tortura para el viejo, y como por mínimo decoro cerré ese camino que mi Tic generosamente dejaba abierto, no queda sino recordar a quien representó el climax del deseo satisfecho.
Jugamos a cuanto puedan imaginarse dos dementes en esa materia, partiendo de su oferta cuando la buena fortuna me llegó vestida de sustanciosa beca. 
Faltaban días para que ella marchara y cuando se enteró pidió quedarse. Le contesté lo normal:
-Estás loca. Si me odias y odias al país.
-¡Claro que no!
-¿Entonces por qué compraste un boleto para el más próximo avión y querías matarme, jeje?
Dijo tontería y media o a medias, pues ciertamente pesaba sobre todo su imposibilidad de entrar al doctorado que la trajo aquí.
-¿No soñabas con hacerme tu odalisca, geisha, esclava o lo que fuera?
Del resto hablé ya -bueno, también les conté eso anterior, creo, jeje-. Como sea, nos ubiqué, ¿no?
Apenas empezábamos con los juegos mayores cuando dijo que le gustaría que se masturbaran viéndola andar por casa. 
-Debería ser un extraño o se repetiría el show acostumbrado -genial, por cierto. Nadie tenía tales recursos para modelar provocativamente.
-Pues sí -respondió como resignada, aunque luego confesaría que un amigo o incluso su pareja servirían para el efecto.
-Busquemos a alguien.
Los ojos se le iluminaron.
-¿Quién, por ejemplo?
-Las lámparas, las sillas, la cañería, todo necesita una manita, ¿no?
-¡Eeeh! -exclamó entre vueltitas de niña feliz.
-Tú a solas.
-Busca alguien, anda. 
Estaba realmente excitada, la oportunidad se le volvió apremio y tuve una inesperada retribución.
Iré más rápido, porque el gusto por el detalle, que aprendí de ella, puede volver esto interminable, jeje.
Escogí un carpintero de cuarenta años y buen aspecto y el día indicado fui al parque. Ella debía llamarme al terminar y pasaron tres horas cuya lentitud aumentaba a progresivos grados que apenas soporté tras los estimulantes primeros.
Me recibió como quien regalará algo extraordinario y un dejo de su teletransportación cuando detenía el tiempo a capricho -ida, diría sino fuera porque caracterizar así ese estado en ella suena a poco.
(Cansa esto. Repite rola, jeje. Perdón, Mr., las circunstancias identificaron música y voz con ella en tales condiciones. Sus líneas son para otra cosa.)
No había desperdició en la historia, desde que el hombre fue recibido por una pícara ingenua cuyos senos sin sostén se sugerían.
Pasemos los episodios iniciales en el estudiado escenario -sillas que, para colmo estando en cuchillas nuestro artesano, miraban hacia cocina y biblioteca. 
-Lo dejo. Si quiere ir al baño es por ahí -dijo señalando el mismo pasillo por donde desaparecería, recostándose en la cama, que estaba al frente pocos metros allá. Ahora sin sueter ni tanga, dos botones de su blusa quedaron desabotonados y posó los pies para acariciar las piernas.
-¿Cómo estabas segura de que entraría?
-Ay, amor, parece que no me conoces, jeje.
TOO MUCH. EN EL JUEGO, PRIMERO VINIERON LOS "MÍREME PERO NO ME TOQUE" Y DESPUÉS LOS "NO" DICHOS COMO ACICATE, AUNQUE EN VERDAD INTENTABA ESTABLECER UN LÍMITE.
EL HOMBRE FUE IDEAL: SENSATO Y DE SUAVES MANERAS. 
LA HISTORIA ES MUY DELICADA EN ESA ÚLTIMA PARTE. PORQUE ESTÁ EXTENDIDO EL MITO DE LA NEGACIÓN QUE ANIMA Y REALMENTE SUELE OCULTAR EL ABUSO. 
ESTA VEZ, SEGÚN SE OBSERVA, NO RESULTÓ ASÍ Y ELLA EN TODO MOMENTO PUDO DETENERLO, AÚN SIN EL EXPEDIENTE DE GRITAR A NUESTROS VECINOS.
¿PERVERSIÓN PATRIARCAL, DEBE LLAMARSE, PUES POR ESTA OCASIÓN ELLA ESTABA DE ACUERDO? ¿NOS TOCA POR IGUAL A HOMBRES Y MUJERES? NO, SIN DUDA. AQUÍ ESTAMOS INVOLUCRADOS DOS MACHOS, ASÍ YO NIEGUE MI PERTENENCIA AL GENERO EN ESOS TÉRMINOS.

 Vuelvo al día, cuyos detalles me reconstuyó: 
-Ponte ahí -donde el carpintero trabajando la contemplaba. 
Hacía como si lavara platos y se estiraba para alcanzar algo con el talle semidoblado, que dejaba a la vista los muslos en su nacimiento. Luego revisó la tarea del hombre y así al agacharse su sueter abierto permitió apreciar los pechos insinuados, con morenos, enhiestos pezones. Finalmente fue a nuestra biblioteca y con quejas por mi desorden acomodó libros que había alebrestado a propósito y estaban en estantes altos.
Tras unos minutos el carpintero fue al pasillo preguntando si podía pasar al baño y Corazón, atisbada, jaló aprisa la falda para esconder su sexo y destapar por completo sus piernas, con carita de ángel pecaminoso.
-Ay, qué momento.
Paladeaba el recuerdo e hizo un largo silencio que nos permitía a ambos imaginar las sensaciones que experimentó aquel hombre cada vez más familiar, cómplice, si bien los ases no pasaban todavía a su mano y quizá no lo harían nunca. 
La complaciente inmovilidad de ella le animó y se detuvo a unos pasos.
-¿Me deja decirle que es usted muy hermosa?
-¿Cree?
-¿Puedo mirarla?
-Si quiere. 
La describió con dulzura, palmo a palmo.
-Se ganó un beso  -dijo y fue hacia él. -Sin tocar, conste. Sino, grito y vienen mis vecinos. -Embelesada, recargó el cuerpo. -¿Qué hace?
Le acariciaban los brazos cariñosamente. 
-Usted empezó. 
-Perdón. Ya no. Solo besar.
Detuvo el minucioso relato para subrayar la clase de juego que había establecido. 
-¿Seguía allí, ¿ves? Entonces me apretó.
"Déjeme", le pedí, porque eso hice: perdirle, nada más. 
Tomo sus piernas, cargándola. 
-No -rogó ella en tono de desmayo, que reprodujo para mí.
-Sí -contestó él y la llevó a la cama, sentándose al costado.
Caricias y alabanzas, más Nos como sino tuviera fuerzas o en verdad las hubiera perdido.
-Mire cómo está.
Nuestro hombre se refería al grueso líquido que se tejía desde el sexo de ella y la besó arriba y abajo.
Corazón lo observaba, contestando con su respiración fatigosa y el insistente adverbio.
Nuestro hombre procedió a desnudarse y a mi socia en locuras le gustó ese cuerpo.
-Nada más cariñitos y besos.
De nuevo juntos, por acto de magía él tenía un condón en la mano.
-Entrar no, por favor. Si quiere lo masturbo. 
Volvío a besarla estando encima suyo sin que casi la tocara.
-No.
-Sí...
Corazón jugaba a nuestras perversiones y ambos y su coprotagonista teníamos profundamente introyectados los roles que esta película denunciaba ya en 1986.

  
En la realidad jamas se ha ganado un juicio semejante, creo.

-0-

Esa es la segunda entrega de algo que comenzó así: 

Está escrito enredosamente y a veces mal sin más. Corregiré eso último, solo. El embrollo es natural en historias así y tiene también detrás algo inconfeso por delicado: las relaciones incestuosas que Corazón y N me compartieron. ¿Hay falta en ellas si son consensuales? "La propiedad privada, la familia y el Estado", lleva por título un trabajo bien conocido que grita contra esas tres instituciones.
Debo guardar el nombre y la llamo como esa canción que me contenía en la voz urgente sonando cuando vino del cuarto hecha una lágrima -Corazón Mío y no la canción, jeje.
Llevaba meses sin apenas hablarle por lo que no ha de tomarse como castigo sino mera indiferencia, aparente, al menos, y creí llegado el tiempo de arroparla otra vez, pues no tenía a nadie más y la ciudad la hostigaba.
Amante convertida en huesped, fue a sentarse al sillón.
-Me siento muy sola.
Instante suspendido si entraba en trance, y era el caso, con una falda infantil cuidadosamente escogida para subrayar su explosiva mezcla, sin saberlo despertó el recuerdo más pertubador que tenía de ella: lloraba también, entonces por un viejo amor, e inerme, a tal punto transportada, podía tomársele cuanto se apeteciera. No la toqué aquella vez y ahora, controlando la borrachera que me producía, fui hacia ella en el genuino son de padre desarrollado durante sus peores etapas, y un vago deseo.
Pequeña, delgada, modélica en las formas y flexible hasta decir basta, curvada hacia abajo asomaba los muslos todavía más espléndidos que cuando sirvieron para desquiciarme, y la piel morena clara, intensa donde era necesario, y yo tenía viva memoria de ello, erotizaba una escena así absurda por contradictoria.

-Si de algo sirvo... -le dije acomándome a su lado, para terminar el infierno al cual sin deliberación la condenaba en casa.

-Claro -respondió y se me echó a los brazos.
Le tomé la cara y era patente el doble juego que había iniciado por inercia. 
-Platicaremos, cuando quieras vamos de paseo. 
-Qué bueno eres -dijo con un gesto que en verdad dudada.
-No digas eso -contesté y fui inevitable entrever la blusa semidesabotonada y los tercos muslos mejor ofrecidos al moverse. No llevaba sostén por motivos explícitos en ese par de meses desde que, aprovechando una inusitada buena racha mía, ella quisiera echar marcha atrás, yo me negara, se ofreciera como quien en fantasías le pedía convertirse y termináramos acordando la incómoda solución: ser su mecenas a cambio de una culpígena, cargosa nada.
Al recordar la historia lo hago con afanoso detalle, minuto a minuto, intención tras intención, y ahora voy casi corriendo, aunque apenas empezamos. Es por las peculiaridades de los dos, muy cuidadosos en eso, lo pequeño, instantáneo, aparentemente sin trascendencia, donde sabíamos residía el auténtico placer. 
Cuando al conocernos intuyó mi perversión, afloró la suya y se dio a contarme momentos que me enervarían. Privilegiaba los suspendidos, sin culminar. Reunidos, lo mejor vino de allí, de la sugerencía y la indecisión. 
-Debería ser rico para comprarte y que hicieras cuanto quisiera y tú discurrieras en el laboratorio erótico que tienes por cabeza -le decía cada vez y así día a día, pues a esta casa no entraba la abstinencia más de veinticuatro horas, jeje.
Lo que hacía era maravilloso. Al cómo no podía ponérsele nombre y obraba ahora sobre el sillón, su pecho contra mi costado, normalmente según la situación y al mismo tiempo invitando. Menudo barajeo de alternativas, yo por primera vez con todos los ases en la mano y un quinto, apabullador, para mostrar si encontraba el resquicio secreto de una idea sin relación con Corazón Mío, se diría y quién sabe cuánto estaba considerada en ella al ocurrírseme. 
¿De qué extrañarse, por lo demás? ¿No había propuesto cumplir mi fantasía, a cambio de dejarla quedar? ¿Y la prisión donde la metí supeditándola económicamente en un trato inusual, llano acto de generosidad mía? Solo podría sentirse liberada con el pago que ofreció, en ese momento podría hacerlo efectivo... y yo quizá saldría con el as, tanto más a mano cuanto más avanzara ella, de no temer un nuevo rechazo, claro, y vuelta y vuelta la cosa, Heart of mine sonaba entretanto.

 Así empecé a llamarla en silencio y sin conciencia de ello, pues mis perversiones procuraban el más puro, continuo, inagotable amor. Una frase colgaba sobre nosotros, dicha cierta tarde. La tomaría para hacerla buena diez minutos después, y mientras, Corazón percibió adonde intuitivamente iban mis ojos y dio al gesto de niña desamparada un toque pícaro que yo adoraba. Sonreí.

-Esa tú.
-Era la que querías como odalisca, ¿no? -dijo sonriendo a su vez para de inmediato ponerse seria nuevamente. -También me falta amor y sexo -remató entre un puchero, y mudanza tras mudanza sintió pisar en falso. -Perdón.
-0-
Yo era cincuentón, ella venía de mil, diez mil o más kilómetros lejos, a quién importa, e interesada en una beca para doctorado, no la consiguió, volvía a sus lugares y me financiaron con generosidad una investigación.
-Paga la universidad y seré esa esclava que tanto deseas -dijo, mi previo enojo lo impedía y no ayudarla pareció cruel... más siquiera que mi frialdad. Así llegamos a nuestra escena.
-0-
-También me falta amor y sexo -remató entre un puchero, y mudanza tras mudanza sintió pisar en falso. -Perdón.
Ahí habíamos quedado y puede ya entenderse su errático comportamiento. Le revolví el cabello para animarla con doble motivo, puedo ver claramente ahora. La cercanía tras meses de evitarnos decía una sola cosa. Véase sino.
-Yo provocándote todo el tiempo y tú nada. Ando con falditas, sin sostén, como orita. -No hacía falta voltear, pues desde luego me había dado cuenta, y entonces la sugerencia obraba con doble poder. -A veces estoy desnuda como por casualidad cuando pasas al baño, jeje. 
-¿De veras es a propósito?
-Sí. Bueno, el otro día, cuando estabas acostado aquí y yo sentada allí...  Pero te fuiste.
-No soportaba, jeje.
Para entonces se habían producido cambios de intención en los cuerpos, las miradas, los visajes y casi juraría que andaban por el aire rezumos bien conocido para ambos. La dimensionalidad, en consecuencia, sufría transformaciones. 
-¿Te masturbas alguna vez conmigo?
-Religiosamente.
-¿O sea?
-Al acostarme... o cuando me gana la urgencia, como esa tarde.
-¿Estabas en el cuarto...? 
-¿Te extraña?
-¿Por qué no aceptas mi ofrecimiento? Mira, engordé un poquito.
-Ya ni digas.
-Estoy como en aquellos videos con mi ex, que te encantaban, jeje.
Posó con descaro un momento, sin levantarse. 
-El convenio... -dije precipitando lo que que rondaba inconscientemente. 
-Trae aquí -siguió, tomándome una mano para meterla bajo la falda. 
Su liquidez adquiría a ratos un grosor que entre los muslos formaba "arañitas", en palabras de Corazón.
-Uau.
-¿Ya no te acordabas?
Mis dedos se movieron por allí redescubriendo aquélla perfección, y no exagero un gramo. 
Morfológicamente parecía más bien un animalito, por la colocación, diseño y color de sus partes íntimas, para animar al macho. Los labios exteriores, y así en la boca, pasaban al moreno intenso, resaltando también el contraste con el interior en progresivo sonrosado. La herida toda estaba un poco más abajo de lo común, si tal existe, vuelvo sobre el tema, pues no hay miembro corporal repetido en otros, a la exacta manera de las huellas digitales. 
-Profundizas una dependencia que quizás no podrás soportar y estando virtualmente obligada... ¿entiendes, mujer? -pensé allí donde no me daba cuenta, con el paladeo de los papeles al tomarlos a cinco metros cuyo transcurso era ya viaje, interminable si respondía a mi naturaleza. 
Subió los pies al sillón con el comedimiento que permitían las nuevas circunstancias dándonos cuento tiempo deseáramos o fuera preciso, pues ella disfrutaba su sexualidad en tanto reconocimiento y solía saturarse llegado un punto, tras el cual concendía y nada más, conmigo o con quien estuviera, había confesado. Era justo eso de lo que iba a aprovecharme ahora, para alcanzar mi real objetivo: su alma.
-0-
No me dio los tres años convenidos pues al primero podíamos haber muerto, asesinando uno al otro o sin respiración.
El alma sí que la tuve.
Falataba poco para separarnos, supimos cuando nuestra vecina, G, dio pie a un día desquiciado por completo. 
Mentí a Corazón asegurándole que quien me contó sus "traciones" no fue G, adicta a ella y cuyos celos aprovecharon ahora la primera oportunidad para llamarme.
-¿Estaban simpáticos esos hombres que recibió durante tu viaje? -dijo como a lo casual. 
No pregunté nada. Animaba a Corazón al sexo con otros y con la propia G, a fin de que lo disfrutara por partida doble, haciéndolo, imaginando mi reacción o contándome, si yo no estaba presente porque preferíamos la fantasía, los detalles que daría o recrearía como si le pusiera rewind, cámara lenta, pausa, efectos especiales, jeje. Que ocultara las visitas resultaba incomprensible excepto sí... ¿qué, con exactitud?
-¿La castigarás? -quiso saber G, nerviosa, disfrutando el factible convite cuando lo decidiera, porque CM perdió piso solo una ocasión en aquellos lances: al enterarse que la vecina y yo nos habíamos divertido cuando ella viajó a su vez. ¿Me devolvía la moneda? Absurdo.
-El objeto y sujeto sexual eres tú y nuestro contrato excluye quejas tuyas. Te compré, mi amor. ¿Quieres dar marcha atrás? -le aclaré entonces. Los celos la ponían particularmente atractiva y para devolverla a su lugar invité justo a G. 
-Adoro que me castigues -terminó diciendo. ¿Era el propósito ahora? No, estaba seguro.
En esos tres jóvenes que llevo a casa buscaba un placer perverso superior al nuestro. Uno se lo prometía y calló todo respecto a él.
-Los traje para después compartirte la experiencia. 
-Llegué anteayer. 
Quiso cambiar de táctica desesperadamente y no lo permití.
-Termina nuestro trato. 
-¡No!
-Tienes dos meses para que alguien te acoja y pague los semestres.
-¡Por favor!
-Y olvida el bono, jeje -o as en mi manga aquella noche: un terreno con pie de casa, pagado a crédito blando.
Rogó sin resultado mientras yo volvía a la sensatez: terminar nuestro convenio en bien de los dos. Por desgracia o fortuna se adelantó, revelando algo, apenas algo, de la verdad.
-Me propuso hacer dinerito con video chats comerciales.
No tenía duda: una aventura así me atraparía. Estaba equivocada pero caí por lo obvio no confesado: se enamoró y el tipo cuyo retrato aparecía era promesa de extremos muy deleitosos, que dadas las circunstancias debería contarme cuando menos en cuanto no exhibieran su pasión y entonces agregándole o restándole pinceladas... si yo la dejaba hacerlo.

-Lo quieres.
-¿Eh?
-Nos conocemos bien.
-¡No, juro! Es que eso que propone...
-Revela al tipo de hombre por quien siempre has perdido la cabeza.
-Estás loco -dijo dando la media vuelta adecuada y sin memoria, pues valió para sus novios y no servía un carajo entre nosotros. 
Vaya ideal momento para que escaláramos hasta la ruina. 
-Bueno. Diviértenos.
-¿En serio?- dijo conteniendo los brinquitos que solían acompañar sus grandes alegrías. Me besó como era costumbre cuando se acordaban los juegos. -Verás... 
No presté atención a su letanía, calculando la mía.
-¿No le avisas por teléfono?
-Sí, sí. ¿Dónde está ese aparato? -respondió volteando a un lado y otro para tener tiempo de preparar la llamada. -Qué tonta, lo tengo en mi bolsa -agregó repentinamente porque el amor le permitió olvidarse que yo no un estúpido cualquiera. 
Marcó con desenvoltura nueve y no diez números y fue fluida respondiendo al supuesto diálogo: conqueteo, gusto por los presumibles agradecimientos, halagos, ofertas de plácer, dudas sobre el lugar convenido, cuyas falsas referencias dio en voz alta.
-Necesito videos -le susurré.
-¿Eh? -preguntó descomponiendo un poco la escena. -Ah, sí... Nada, nada. 
Insistí, cortó.
-Le digo mañana.
-¿Seguro?
Falseaba, con preocupación que no podía ocultar convincentemente.
-¿Y si no quiere?
-No hay trato. Lo controlas, ¿cierto?
-Claro, pero... 
Paré para que se rehiciera. Tenía opciones y yo paladeaba el episodio imaginándolas.
Me compensó de sobra, con su sueño dorado rondándonos. No la había visto antes tan emocionada, le costaba trabajo conciliar el sueño y al día siguiente blusas, faldas, colgajos, cepillos y peines iban y venían sin decidirse.
Mis celos y mi deseo, rabiosos, pues en verdad la quería y en verdad precisaba placer en grados demenciales, hicieron casi intolerable esas cinco horas de espera, que debían reducirse a dos, según le hice prometer. 
Arriesgaba todo, era consciente ella, y el larguísimo retraso solo podía explicarlo haciendo auténticas piruetas.
Le bastó ser sincera a medias.
-Perdón, perdón, no me dejaba ir. Es que timbraron muchos los clientes y vieras la excitación.
-¿Timbraron? Te volviste una experta. 
-¡Sí! Nací para eso, jeje. Bueno, ya sabes. 
-Poquito, entiendo ahora.
Trastabilleó. 
-Es distinto... te va a encantar... no creas que...
-¿Y los videos?
En el tema fue contundente, con sobrado tiempo de encontrar pretextos. Soltó uno casi entre lágrimas.
-La camarita no servía para grabar y me di cuenta hasta terminar. -Se respuso. -Pero te lo contaré todito, todito. Hubo detalles uf.
-¿Y cuándo regresarás con él?
-Mañana, ¿puedo?
Algo dentro de mí se rompió. 
-No más -pensé-. Que haga cuanto le venga en gana. -Sí, contesté. Voy a dar una vuelta. 
-¿Qué pasa?
-Nada. 
Salí sientiendo un profundo descanso. Ni siquiera inventaría razones. 
Durante la única discusión ella estaba en Plutón y yo camino a casa. 
-Acabó el nuevo contrato. Volvemos al anterior, con un cambio: Vete... -No escuchaba sus preguntas, súplicas, gritos, llantos, argumentos, declaraciones suicidas, jeje. -Seguiré pagando tu universidad y si lo que dices sacar con él no alcanza, pasas por aquí y te doy, lo mínimo indispensable, desde luego. Del bono, comprenderás, ni palabra.
Le costó mucho dejar al tipo, buscó mi protección cuando la amenazó, encontró trabajo, me vistaba a ratos, charlábamos como dos buenos compañeros y un año después regresó a su tierra.
Ahora, viejo, fantaseo con aquél día y lo que continuó. Tengo material a pasto, jeje. La canción permanece.


 

 

 El once ideal

Este Un largo viaje quiere ser ahora cuaderno y no más blog donde apuntar. Si lo consigue -como si necesitara gran cosa para lograrlo, jeje...