I
Estas son las memorias de un hombre que apenas supo gatear recibió el encargo ordenado por su Corte de Medianoche. Vivía en la ciudad de México y el calendario cristiano señalaba Año 1947.
Mientras hacía una vida propia tenía que ir y venir por donde le ordenaran, siglos arriba y abajo entre tierras cuyos secretos mal se le descubrían.
Cuando en 2021 levanta la cabeza no atina a precisar cuántos y cuántas lo guían, ahora hacia un presente que dirime el futuro para siempre, pareciera.
Escribe cada vez más sin pausa y poco tiempo atrás creyó no poder ya:
Mi puerta exterior
siempre está abierta, A entra. Trae una mochila, dejo de meter cosas
en la que preparo.
-Lo hago yo –dice.
No entiendo nada. ¿Si
enloquecí al fin sin remedio por qué el teléfono suena con impaciencia
registrando a Lupita? ¿Me atreví realmente a pedirle que buscara un trabajo
para ayudarlos? ¿Y esas sirenas afuera?
-Estoy confundido,
A.
-Perdona.
Sus ojos parlotean
sin moverse. Pasaron cuarenta años desde aquella primera vez. Teníamos quince y
yo hoy casi setenta. Las cuentas no cuadran en absoluto. Debería pedirme
contestar la llamada y ni palabra soltará, sé, pues llegó "nuestro
tiempo".
¿Y esa canción
ahora? Cierto, pertenece a mi más maniática cinta y aun así, justo en este
momento, resulta sospechosamente a modo. ¿Musicalizo la película?
Otra vez el
teléfono.
-Hola, no
escuchaba… Calculo que a las seis… ¿Importa que vaya acompañado? Nos acomodamos
en cualquier sitio… Luego le explico… Gracias, un beso.
A hace nudos y calla.
Nada la sorprenderá, molestará, preocupará. Ni marcharnos en el peor momento
del país, según cree. Los grandes amores jamás yerran, grita un imaginario
letrero luminoso.
Ella, así, en
mayúscula, parece salida de un sueño, como yo y lo demás. Busco el espejo al
costado. Me reconozco.
-Espera, hablo a
mis hijos.
Él contesta.
-¿Qué nuevas?
–pregunta sin tránsito.
Cuento
entrecortadamente, evitando palabras que disparen alarmas policiales.
Me corren siglos
por la cabeza, cuelgo.
-¿Nos vamos?
-Hay tiempo -contesto
tratando de ganarlo para pensar y ella no lo permite por su mera presencia.
Despierto aliviado
y triste. Hay sirenas corriendo, suena el celular. ¡Es Lupita! ¿Y A?
Respondo.
-Hola... ¿Una
reunión...? Sí, claro. Beso.
Fumo y en la sala
encuentro al abuelo, muerto en 1950; a Agustín y el Grillo, a quienes no veo
hace décadas; a la niña que quedó coja durante un bombardeo; a Brian O´Donnell,
según deduzco, y un personaje fantástico con rasgos sioux.
Doy media vuelta
entre sus quejas.
-Don Alonso
Quijano, te alcancé.
-No tengas miedo,
B.
-A.
-Ven.
-¿De veras estás
aquí?
No se da cuenta a
qué me refiero.
De nuevo llaman.
-¿Qué hace, don?
No aparece por ningún lado. ¿Se siente bien?
-Sí, Mal nombrada. ¿Cómo
se ve eso?
-¡Chido! Bueno,
usted entiende. Un poco desesperante la inmovilidad, pero...
-La come ansías
-digo recuperando el humor.
-Uy, hablo el
pasiflorine. ¿Va a entrar a los grupos?
-Al rato. Llegó
visita.
Evito aclararle
pues creería que miento o...
-Lo topo luego.
-¿Seguro llevas
todo? -pregunta A.
-Nos quedamos.
Cambio de planes
por el telefonazo, deduce, y son los sueños quienes mudan.
-Preparo algo para
cenar. -Las tiendas cerraron, temerosas, y algo discurrirá con lo poquito
en mi refrigerador y mi alacena.
Nos contemplamos y
casi puedo tocar aquélla primera mañana. Yo jugaba y volteé atraído por su
mirada. Ella estrenaba escuela, para mí era la de toda la vida. Cada uno
representaba el polo opuesto al otro.
Demasiadas cosas a
un tiempo. Ella, el país, mi factible locura, merecen las veinticuatro
horas.
-Una llamada más,
¿te importa?
-¿Tres minutos,
diez, cuarenta? Vine para siempre.
Marco.
-Mal nombrada... Está aquí
la Inesperada.
-¿A? ¡Eh!
¿Por qué se alegra
si sabe que hablo de una fantasía?
-Al fin -continúa,
quiere conocer detalles. -Entonces lo disculpo en los grupos.
-¡No!
-¿Tiene miedo,
jura?
La Mal es de
carne y hueso, me consta.
-Contésteme.
-Estoy muy
emocionado con todo -miento, al menos en cierto nivel.
-Pues sí, qué más
podría pedir. Lo dejo, pásela de superpelos.
La tarde había
culminado meses de fervorosos empeños...
-Ya está la cena,
B.
Las sirenas, las
voces del abuelo, Agustín y los demás discutiendo.
-"Esta es la
cara del Katún, del Trece Ahau: se quebrará el rostro del sol. Caerá
rompiéndose sobre los dioses de ahora...” -dice un coro quién sabe dónde.
-"El mar será
un fluido rojo y el cielo como sangre
"Sangre roja de guerra teñirá el mundo hasta la cumbre de los
montes..."
Nuevas frases se suman, hasta el infinito.
-Ya está,
siéntate.
¿Cómo describir a
A entre titubeos, para tenerla en el momento que sólo puede darse una vez, si
hay suerte? Aunque sea aparición, no la dejaré marchar. ¿De exigirme
abandonar mi sueño, el otro, lo haría? Imposible imaginarla pidiéndolo. Creo
aun que sin él yo carecería de sentido a sus ojos.
Algo estalla lejos
con una fuerza inusitada.
-¿Qué tan duro va
a ser?
-Ni idea.
Quien se sorprende
soy yo. A puede pensar que conozco en detalle cómo evolucionan los hechos, y
con trabajos dispongo de información sobre este lado ahora a la espera.
-Mando un mensaje
a mi hija.
Yo recibo.
"¿Y eso, pa?" "¿Dónde fue? ¿Estás bien?"
Quisiera a los
nietos cerca. Porque la explosión se produjo, más allá de mi demencia mayor o
menor. Nunca escuché una en este país acostumbrado a sangre por toneladas. La
muerte adquiere otro rostro.
Llegan mensajes en
retahila y juntos precisan el instante. El poder apuesta por una lucha interna.
Congratulémonos. Había la impresión de que golpearían sin medida en un
sector popular organizado, provocándose.
-Esta noche
pensemos sólo en nosotros -digo para ganar el minuto a minuto que
necesitan muchos años madurados entre ambos.
Despierto otra
vez. ¿Soñé reglamentariamente o con los ojos como platos?
¿Y Ella?
-A -grito por ver
si solo salió del cuarto. Amanece y el abuelo se planta en la puerta.
-Seguimos
esperando.
Ando tras sus
pasos. Allí están todos. Representan a La corte de medianoche que surgió
de unos escritos para los nietos.
-Llegó el momento
-dice él.
Callo pues quizá
mal interpreto. Mi compromiso es contar sus historias, no más.
-"El mar será
un fluido rojo" -recita O´Donnel y El niño de piedra se encima:
-Los blancos no
son huéspedes de un momento; han llegado para hacerse amos de todo y es preciso
liquidarlos. ¿Recuerdas la revuelta del jefe Pontiac?
-No debe bajarse
la guardia ni cuando se cree el triunfo en las manos -vuelve mi abuelo.
-¿Triunfar? Ahí
afuera están al principio.
-El principio del
final.
-¿Sabes algo que
no me hayan dicho?
-De hoy y de
mañana.
Se escuchan pasos.
Es A, que viene por el pasillo.
En un parpadeo
quedo a solas, ella entra.
-¿Sientes mi
ausencia en la cama el primer día?
-Pierdo la razón,
veo cosas que no existen, soy incapaz de distinguir entre fantasía y
realidad... incluyendo a ti.
Pega su cuerpo al
mío.
-B, no desconfíes
en nada de lo que pienses o sientas. Pagaste el derecho. A mí, por ejemplo.
-¿Ves? Esa frase
es puro delirio.
-De los dos,
entonces.
-¿Nos encontramos
en el sueño de cada quien?
-Sí. Unos que
empezaron hace muchísimo.
-Demasiado diálogo -pienso. -¿Novelo y en consecuencia da lo mismo?
Ella atiende con
amoroso detalle mis gestos, el ritmo de mis silencios y palabras.
Suena la música
africana que me embelesa. Sobre una sencilla, repetitiva base, es hipnótica y
nuevamente ideal.
Daría la vida, sí,
por Ella. Vengo haciéndolo hace ya no importa cuántos años o segundos. Siempre
en el tiempo el secreto, hoy se trata de transgredirlo. Finalmente "todo
lo sólido se desvanece en el aire", ¿cierto?
¿Por qué pienso o
escribo eso? Anda, dímelo, A, si estás en mi cabeza y no ahí, cuerpo contra
cuerpo, tan marea el tuyo, bamboleándome sin moverse. Ya caigo. Nos
hablamos en silencio, ambos a través mío, y el tiempo...
-Dime algo sobre
el tiempo -le pido.
-¿Reinó?
Tú dictas, yo
escribo, y los demás hacen otro tanto, ¿niéguenlo?
Dije que amanecía
porque los pájaros así indicaron. El sol es un presagio por su pálido anuncio
tras las montañas y la ciudad tiene calidad de sombra. ¿Cómo pasaron las horas,
si Ella llegó casi apenas anochecer?
Luego del
estallido busqué fuego inútilmente y ahora hay humos en columnas por varias
partes. ¿Fue un golpazo simultáneo? Imposible con tal precisión. ¿Por qué nadie
llama o mensajea? El celular está descargado. ¿Sí?
-¿Y tu computadora?
-pregunta A volviendo a adivinar.
-Se fue la red.
Reviso el
teléfono. Muerto. Queríamos una batalla a ras de suelo. Ya está. ¿Quién produjo
los humos?, ¿ellos o nosotros? ¿Y cuáles nosotros? La organización tiene una
extraordinaria horizontalidad y así el impulso queda en manos de cualquiera.
-Ni un murmullo.
¿Y los vehículos militares?
La policía quedó fuera, sin duda. ¿Así nada más? ¡Tampoco pasan aviones, todo
en una ciudad gigantesca! Antes en mis fantasías salíamos de entre la
tierra.
El país a minutos
de que empezará este enredo era tangible, como mi participación en él.
-También lo demás
-dice el abuelo.
Volteo hacia A,
quien lo contempla sin asustarse.
-¿Se pueden ver?
Contestan con un
movimiento de cabeza.
-¿Contento? Ahora
atendamos nuestros asuntos. Estás adelantado varios días y así tienes tiempo de
informar a los demás.
-¿Quién crees que
soy? Tú dirigiste una república en guerra. Mi lugar es muy modesto.
-Hoy todos están
obligados a trascenderse. Está en juego una nueva civilización.
-Sé, pero no aquí
y ahora.
-Aquí y ahora, o
ayer para tus efectos. Entre la explosión y esta madrugada se decidió el futuro
en buena parte. En buena parte, nada más.
-¿Y qué pretendes
que haga?
-Cuéntalo.
-¿Cómo?
-Ten.
Pasa un legajo:
actas, publicaciones, fotos, mapas, en papel. La era cibernética parece
recuerdo.
-¿Nuestros hijos
cómo están, y mis nietos?
-Bien, los cinco.
Marcha de una vez.
-¿Adónde?
-Tú sabrás.
Ella me extiende
una chamarra. Está preparada para salir.
Sí que trabajé por
ti, seguro de que no te tendría, y sí que llegas a lo exacto, le digo sin
decir.
-¿Cómo es el
diálogo de nuestra película?
-"¿Cuánto
dura el mañana?"
-"La
eternidad y un día." La mujer murió, él es derrota social pura.
-Abrázame.
Fin del primer
capítulo, debería escribir pues así conviene al relato. Estando en presente no
hay modo. A menos que...
-Ven, durmamos.
De súbito la
ciudad susurra y se le enciman sirenas y un pesado andar mecánico.
-El ejército. ¿Qué
día es?
-Jueves.
-No, la fecha.
-Dieciocho.
Reviso. Sesenta y
tres mensajes.
-Ya hay señal. ¿Tu
computadora tiene clave?
-Vamos.
-Dejas esos
documentos.
-Imagina cuando
los muestre: actas de asamblea celebradas dentro de dos semanas, etcétera.
Luego ideo la manera.
En la calle
gorriones y tórtolas festejan de una extraña forma.
-Te quiero -dice
ella y nos besamos aprovechando el perfume de la jacaranda que se abre al día.
Los voceadores
discuten frente al periódico en lugar de trabajar, y en cambio el ir y venir es
común, a cuentagotas por la hora y sombrío, en el país del horror y sus
esfuerzos para continuar como si nada.
Recuerdo los
versos: "En la calle codo a codo/ somos mucho más que dos". A no
comparte ni repudia mis ideas, y cree en ese dos, aunque por plazos
pareciera olvidarlo, según yo, que me equivocaba desde aquéllos primeros
días.
Amor a primera
vista, dicen con razón y hay casos a millones. Así fue el nuestro. Sería largo
contar los mil pequeños detalles del inicio (Las
mil cosas con M).
Tras las primeras
miradas a lo lejos apenas pude aguardar por el recreo, y se notaba.
-¡Despabila!
-decía este y aquél compañero, dándome un zape en clases que extrañaban mis
ocurrencias toleradas por maestros.
Sonó la chicharra
y corrí al patio evitando el circo que celebraba nuestra efímera liberación. O
pretendiéndolo, porque un payaso no cambia fácilmente de traje frente a los
demás, y así apenas pasados dos minutos ya estaba involucrado en el burro
pateado del día.
-Uno por mulo
-decíamos imberbe tras imberbe saltando a quien no escogió la suerte sino las
triquiñuelas del poder, para darle un golpe, él doblado por el talle hasta
tocar tierra con las manos. Luego Dos, patada y coz, hasta el Dieciséis,
muchachos a correr.
En el Cuatro
la vi. Sus increíbles ojos grises se gustaban en mí a la distancia, y aproveché
una distracción para aproximarme sin más aspiraciones que sentirla cerca y
amigármele. Pertenecía al selecto grupo de jovencitas cuya madurez o
hermosura volvía inalcanzables, presas solo para universitarios.
-Me rindió lo que
evitaba desde niña por sutil, imperiosa orden de mi padre: el desparpajo y la
llana alegría -diría si le preguntara hoy rumbo al Metro.
-Está abierto,
funciona.
-¿Tienes tarjeta?
Yo, ya sabes...
Nuevamente la historia
completa vacila. Uso credencial del instituto para la vejez y A ronda los
cincuenta.
-Extraños caminos
de Santa Utopía -pienso animándome y con un poco de humor al fin.
Esas cavernas de
la ciudad son su mejor termómetro y cuesta trabajo leerlas por el cansancio
acumulado en cada una y uno y el reparo al espacio público. Hay una tensión
inusual, que no puede traducirse...
-0-
Paro en este punto
pues narrar se vuelve una tarea mayor y no hay tiempo que perder. Aguarda la
batalla donde está en juego la nueva civilización, ni más ni menos... según yo,
claro, que no leo novelas de caballería sino simple México.
Lo que continúa es
nuestro viaje en el Metro rumbo a la reunión citada por Lupita.
Hago crónica aquí cuando
menos a ratos, pues esa mujer existe y dirige una sección del movimiento. Como
ella hay centenares en el país, organizando pacientemente hace casi medio
siglo, sin ocultarse. En mayo de 2016 su sector dio un salto gigantesco y
arrastró a miles de comunidades. Para septiembre descansó retomando fuerzas.
Fue entonces que el sistema hizo crisis. Shakespeare habría querido observar
las semanas siguientes en intimidad, con pocos protagonistas.
Para un segundo
Hamlet o Macbeth pediría prestado a Dostoyevski al personaje central: el
Idiota, con distinto rostro, más en verdad estúpido y sin nobleza alguna. Con
Claudio y el propio Barón de Glamis rehechos para ser uno, tendría suficiente.
-¿Donde bajamos,
B?
-En la próxima.
¿Cómo se acuchillan?
-¿Quiénes?
-Perdón. Para
variar, fantaseaba.
El bombazo o lo
que haya sido se produjo cerca de donde bajamos y edificios y banquetas tienen
una elocuente mueca, aunque no sufrieran en absoluto.
Mis paisanos van
en tropel como cualquier día, podría pensarse, y el Metro nos advirtió su
bullir interno. Nada volverá a ser lo mismo, entiendo. Hace un siglo nuestro
país está acostumbrado al orden verticalísimo, desapareció la cabeza y el
régimen cae por sí solo.
Imagino a los
insomnes señores del poder conspirando sin posible arreglo, o en vuelo rumbo a
otros lados por ponerse a resguardo pues no están dispuestos a perder un
centavo. El grupo más avieso hace como siempre: aprovecha o eso cree. Si
seculares conocimientos heredados deberían sobrarle para improvisar una salida,
hay mucho de inédito y le pasa desapercibido, sabré cuando lea los papeles del
abuelo. ¿Lo sabré o lo sé ya? Tal vez el tiempo que se trasgrede me informó
durante su curso.
-Detente, A.
Reviso los
mensajes. Obvio, el sitio de reunión cambió.
-Vamos -digo dando
marcha atrás para que doblemos en la esquina.
Ella está más
hermosa que nunca por la vibración del instante y su cabello revuelto, los
ojos agrandados y vivaces, el sencillo vestido que escogió, arrebatan.
-Pareja perfecta.
Me mira con la
dicha sin reversas que su padre prohibió y la trajo a mí.
-¿Cómo contaría
ella este momento? -pregunto en silencio. Realmente el amor es gran cosa.
A lo repentino
caigo en cuenta. Los poderes nacionales son secundarios. De eso me prevenía el
abuelo y sin más llega la presunta revelación.
-A, busca noticias
del mundo en internet.
Torcemos la calle,
al fondo una compañera desaparece tras una puerta.
-¿Qué te interesa
en especial, B?
-¿No está a la
vista?
-¿Qué?
-Nada, después
explico.
La red debería
estar atestada de notas y comentarios sobre el mundo entero.
-Estúpido -digo
para mí. -No será así. Todo habrá de decidirse en estos lados, por el momento.
Los fantasiosos recreos en que nos veía salir de entre la tierra, si resultan
ilusiones tendrán esta misma calidad táctil.
Estamos al
principio del principio, ni mi Corte de Medianoche sabrá cómo resolver el gran
desafío y para Ella y yo no hay mucho tiempo juntos.
Los grupos se
parcelaron, unos cuantos intercambiamos ideas con información llegada
por prodigiosos, antiquísimos canales.
-¡Túneles! -grito.
-Hay varios compañeros que hablan de cuevas y túneles en sus lugares y sugieren
emplearlos. Algunos, larguísimos, con múltiples salidas.
-Y están las redes
bajo las ciudades -agrega quien veo por primera vez.
Locura compartida,
nadie toma a broma el asunto.
-Investiguémoslo,
pero por ahora a lo acordado -corta Lupita.
Repentinamente
todo se vuelve estruendo, sin pausa, que crece en variedad de tonos.
Cada una y uno
toma su rumbo.
-Caminando, no hay
más -dice A.
Nuestro paseo será
corto y, a cambio, por una zona con muchísima actividad.
La gente corre sin
miedo. Jamás vi o imaginé cosa igual.
-0-
Despierto de
mañana sobre mi cama, solo, sabiendo que es inútil buscar a A.
-Uf, faltan apenas
tres horas para nuestra junta semanal, sin Lupita, por supuesto. Para retos
gigantes, tocar piso con una docena de cigarros, café a granel, el baño y topes
contra la pared.
"Sonrían,
nietos. Nos quedó la música... y el sabor a Ella."
-Pupa -pregunta
uno de ellos- ¿cuándo sacaste estas fotos?
Aquí, en columnas,
humos trepan al cielo por nuestra ciudad. Allá, entre sombras, una familiar
figura femenina avanza por un túnel... La última es maravillosa: mi abuelo,
Agustín, el Niño de piedra y demás posan sonriendo.
II
Creciendo escribía viñetas sobre temas y en tonos diversos. Con ellas intento componer ahora lo que debería titularse Crónica interminable, pues no le cabe tal volumen de pequeñas, misceláneas historias sin posible final, según advierte el punto adonde llegué hasta aquí. Porque ese mañana al cual me introducen el abuelo y los demás, quedó en suspenso y pasados cinco años pareciéramos hallarnos un día antes de aquél cuando Ana, con solo su inicial, reapareció imposiblemente, muerta como estaba desde 1998. Quizá se sumaba entonces a la Corte y no supe entenderlo. a cual tas y tan variadas cuestiones
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